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El Telégrafo
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La minoría yazidí y los cristianos son el objetivo del ei

200.000 iraquíes abandonan sus hogares tras el conflicto (Galería)

Un hombre iraquí desplazado de la comunidad yazidí con su hija en brazos cruza la frontera entre Irak y Siria. Foto: AFP
Un hombre iraquí desplazado de la comunidad yazidí con su hija en brazos cruza la frontera entre Irak y Siria. Foto: AFP
13 de agosto de 2014 - 00:00 - Agencias EFE/AFP

Fish Jabur.-

El paso fronterizo de Fish Jabur, junto a Siria, representa el pasaporte hacia una libertad agónica para miles de desplazados iraquíes que huyen de dos prisiones: la del asedio de los yihadistas y la del hambre y la sed que han padecido en su periplo por el monte Sinyar.

Hace días huyeron del horror en el que se convirtieron sus hogares, ocupados por los extremistas del Estado Islámico (EI), para caer en otro.

Miles de desplazados iraquíes, muchos de ellos de la minoría kurda yazidí, que abandonaron sus casas en el norte de Irak escapando del EI, encontraron un refugio de doble filo en el monte Sinyar: un espacio sin terroristas, pero con dos enemigos silenciosos: el hambre y la sed. “En diez días, no hemos bebido ni comido prácticamente nada, solo algo de pan duro”, dice Dalal Merar, una yazidí de 45 años, que consiguió ayer escapar del monte Sinyar y llegar a Fish Jabur.

Pudo hacerlo gracias al apoyo del PKK, las milicias kurdas turcas, que junto a las sirias -YPG- construyeron un corredor seguro en el monte para trasladar a los desplazados atrapados en la montaña hacia Siria y luego devolverles a Irak por este paso fronterizo.

Según las fuentes iraquíes y kurdas, hasta el domingo 10 de agosto unas 10.000 personas yazidíes -probablemente la mitad de las que habían estado varadas durante casi una semana- han logrado salir de las montañas y llegado a campos de refugio. Sin embargo, otras 20.000 personas siguen atrapadas en las montañas de Sinyar, en el noroeste de Irak, asediadas por las milicias yihadistas.

Tras un tiempo limitado en el paso Fish Jabur, los desplazados son enviados a campos de refugiados improvisados en los remotos valles entre las montañas del Kurdistán iraquí, para formar un imponente manto de tiendas blancas en medio de la nada. También edificios abandonados y a medio construir a un lado de la carretera sirven. Cualquier sitio con sombra es válido.

Donde sí existen instalaciones adecuadas es en el cercano campo de Janek, cerca de la localidad de Dohuk, donde trabaja el Comité Internacional de la Cruz Roja (CICR). “En Janek, atendemos a 15.000 familias y cada día vienen 30 más”, explica Ashti Ismail, oficial de seguridad del CICR.

La creciente afluencia ha obligado a esta y otras organizaciones como el Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (Acnur) a levantar un nuevo campamento con 500 tiendas en la misma localidad.

En los campos reparten la ayuda necesaria para sobrevivir, como agua, comida, medicinas y tiendas de campaña. Recogiendo parte de esta ayuda se encuentra Kasrim Osman, un electricista de 46 años que huyó junto a su familia de la ofensiva del EI en Sinyar.

“Encontrar cadáveres en la montaña es algo muy común, todo el mundo allí ha visto a la gente morir”, asegura este yazidí, que también deambuló 7 días por el monte hasta que consiguió escapar “gracias a las fuerzas kurdas”.

La minoría yazidí ha sido en los últimos días, junto a los cristianos, objetivo del avance del EI, que ha obligado a más de 200.000 personas a abandonar sus hogares y a refugiarse en el Kurdistán iraquí, que ya daba cobijo a 300.000 desplazados anteriores y a 230.000 refugiados sirios, según datos de la ONU.

Para añadir mayor drama a la situación, ayer se estrelló uno de los helicópteros iraquíes que evacuaba a los desplazados en esa zona. Al menos dos personas fallecieron, según fuentes de seguridad. En el plano bélico, durante la jornada, Estados Unidos informó de un ataque a posiciones del EI y la muerte de unos 80 milicianos. Además, fuentes de la seguridad confirmaron que están armando a las milicias kurdas.

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