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Entrevista
Florence Baillon y la literatura
Florence Baillon es PHD en Literatura Comparada por la Sorbona de París, especializada en Literatura de mujeres de Latinoamérica. Es proactiva, dictará un curso al respecto en Ciespal el 7 de abril y toma esta conversación por las riendas desde el inicio.
Hay que hacer una diferencia: la literatura femenina se entiende como literatura escrita por mujeres para mujeres y desde la familia y las emociones, el espacio privado. Hoy en día, en cambio, estamos frente a una literatura hecha por mujeres que han entrado en otros campos de la sociedad, lo público, lo político, lo privado. En esos campos me he especializado.
Me pareció más rica la visión de la literatura comparada, porque hay la creencia de que no existen literaturas mejores que otras.
¿Por qué es tan importante la cuestión de género dentro de la literatura?
Ahí hay otro problema: si realmente existe o no una literatura de mujeres, porque nunca se dice ‘literatura de hombres’. Hay casos famosos, voces de escritoras que no corresponden a su género, como el caso de Marguerite Yourcenar, a quien siempre se ha reconocido como si fuera un escritor hombre.
En mis cursos siempre trato que mis estudiantes salgan con más dudas de las que llevaron al entrar. Eso tiene que promover la Academia. ¿Será que existe la literatura de mujeres?, por ejemplo, luego tendrán más criterios para responder.
Hay también una cuestión política: las escritoras no tienen el mismo acceso que los hombres a las editoriales, al marketing, a la visibilidad mediática. Es triste, pero es así. Cuando estuve en París y decidí estudiar Literatura latinoamericana, me enfrenté a dos problemas: primero, hay más libros de literatura latinoamericana en París que en cualquier otro lado, lo que nos dice mucho sobre la circulación de los bienes culturales; y luego, si en Francia hubo un gran reconocimiento a los escritores del boom, también aplastó cualquier otra posibilidad para las mujeres de ser reconocidas allá. Lo que me interesaba es esta lucha constante sobre hacer que exista el libro, porque un libro que no se lee, no existe.
Esta es la idea que queremos llevar a cabo con Ciespal y Rayuela, el acceso de los lectores a escritoras.
Ya que hablamos del boom, ¿por qué no hay mujeres dentro de este movimiento? ¿Usted a quién incluiría?
Hay una, por malas razones: Isabel Allende. Un libro o una película, cuando sale, ha cambiado algo. Tú no sales intacto luego de leer o ver algo. Para eso está la literatura, para cuestionarnos, para entender el mundo de una manera diferente. Isabel Allende escribe, por ejemplo, lo que un europeo piensa exactamente sobre América Latina, en el contexto de la gente que emigró después del 11 de septiembre de 1973. Fue una operación de marketing muy bien lograda, para las mujeres que abordan un seudofeminismo en el que no se cuestiona nada. Claro, hay gente que lee ese tipo de literatura, no digo que esté mal, como diversión, para relajarse, como una película de Hollywood. En mi caso, me interesa lo que conmueve.
Ese fue, entonces, el criterio que la guió para escoger a las mujeres que estudiará en su curso: Cristina Peri Rossi, Elena Poniatowska, Solange Rodríguez Pappe, Laura Restrepo...
El curso es sobre las Américas. Y quería diversidad de formatos. Hay novelas, poesía, cuentos, así, Solange trabaja el minirrelato, que me parece una propuesta interesante. La idea es que Solange participe en el curso —que es abierto— para que el ciudadano se encuentre con la escritora y la pueda cuestionar sobre su proceso de creación, sus temáticas, etc. Hay escritoras de Canadá y Estados Unidos. Por ejemplo, Alice Munro, ganadora del Nobel, que tiene un hiatus, algo que molesta debajo de una aparente cotidianidad. Habrá un paréntesis en el curso con la obra iraní Persépolis, una tira cómica con su respectiva adaptación al cine. Me parece interesante que, aparte de ser una obra maestra, implica un punto de vista que para América Latina está limitado, y también es una manera de luchar contra los prejuicios sobre esa región.
Preguntaba por el caso específico de Solange, pues en La bondad de los extraños hay una violencia latente, sutil... ¿Es la violencia una temática que sobresale en la literatura de mujeres?
Sí. Miremos Joyce Carol Oates que escribe sobre una violencia terrible. Alice Munro también, pero debajo de una apariencia cotidiana, la violencia de los sentimientos.
El primer libro que vamos a estudiar es Hasta no verte Jesús mío, de Elena Poniatowska, y ahí la violencia contra el género es infinita. Es la historia de alguien que ella encontró cuando iba a la cárcel a visitar a Álvaro Mutis: en esa prisión había una mujer que atendía los baños y logró acercarse a ella, la entrevistó y escribió Poniatowska esa novela que es sobre las cantineras de la Revolución mexicana, es decir, las mujeres que acompañaban a los revolucionarios. La pregunta que se hace Poniatowska es qué les ha dado la Revolución mexicana a las mujeres. La respuesta es nada.
Hay una violencia terrible en esos personajes y la idea es cuestionar la Historia, pues esta la escriben quienes ganan las guerras, los hombres, desde un punto de vista de héroes y próceres. Esa Historia se come a otra gente. En México hay una revisión de la novela mexicana, y la propuesta de Poniatowska es decir lo que no se dijo de la Revolución.
Esta violencia la tratan también Solange en su libro de cuentos y Laura Restrepo, con la novela más lograda de su producción, Delirio, porque pone en evidencia cómo la sociedad de Bogotá generó el narcotráfico. El único personaje que se mantiene cuerdo es el narcotraficante, porque la mujer se vuelve loca desde el principio: cuando la realidad es demasiado brutal, la locura es una salida posible. Peri Rossi nos habla desde el exilio, que es una temática que habla de la violencia. Ninguno de estos libros (ríe) tiene una temática liviana ni muy alegre, pero la idea es indagar cómo las escritoras, en nuestra época, escriben, miran el mundo y cuestionan la sociedad.
¿Es la literatura una forma de reivindicar ciertos derechos, peleas que aún tenemos pendientes las mujeres?
Bueno, si tú y yo estamos conversando es porque otras han luchado, si no, estaríamos aún cocinando el mamut en la caverna.
Esta no es una literatura feminista. Y esta no es una mala palabra, porque considero que el feminismo es un humanismo, una lucha que involucra no solo a las mujeres, porque aún no estamos en una igualdad. Hay cuentas pendientes, no solo en América Latina, sino en Francia —lo leí ayer— donde, con el mismo nivel de título y el mismo cargo, las mujeres reciben un 19% menos de salario que los hombres.
Estas cuentas pendientes también las han denunciado otras mujeres como Patricia Arquette, durante su discurso en la entrega de los Óscar.
Exacto. Y desde la literatura, estos libros no son panfletos, no es una postura feminista, pero representan un momento interesante en la literatura. Lo femenino se quedó con Corín Tellado. Lo feminista a veces no produce las mejores obras, porque la lucha se impone sobre la calidad artística, pero aquí hablamos de escritoras que finalmente demostraron que son iguales a los hombres y cuyas temáticas dejan de hablar de mujeres. Es un logro.
Estas escritoras que usted ha elegido, por ejemplo Peri Rossi, están apegadas, de cierta forma, al surrealismo. ¿Se acercan las mujeres más a un movimiento, a un formato, también?
Son caminos posibles. Alice Munro, por ejemplo ganó el Nobel siendo cuentista. Hum, dijeron algunos, una de Canadá y con cuentos, cosas de mujeres. A ver, el cuento, cuando es masculino, no es una cosa pequeña; cuando es Cortázar, Maupassant, Poe, tiene toda la nobleza del género, pero cuando viene de una mujer, es una cosa chiquita, de ‘chicas’. Ya pasamos la etapa de la denuncia, de realismo, ahora hay más maneras de expresarnos: en el libro de Poniatowska esa base de entrevista le otorga una voz al personaje, con la que se retoma el español popular, y esa mujer, en su miseria humana, logra sacar conclusiones.
Eso lo logra Poniatowska, quien ha pasado por todos los formatos posibles del discurso. Igual Peri Rossi. Alice Munro, cuando recibió el Nobel, dijo que en su juventud quería escribir una novela y que pasó 3 años en depresión empeñada en ello, hasta que se dio cuenta de que tenía que hacer cuentos. Pero ella quería escribir una novela porque es importante, la escriben los hombres. Es difícil separar desde dónde uno escribe y cómo uno escribe.
Hace poco participé en un club de lectores, con un texto de Alice Munro, y lo más interesante fue que cada uno hizo el resumen de un cuento de manera totalmente distinta. Para nadie fue lo mismo. Así, me propongo en el curso —que no es en absoluto un curso de escritura— que haya un debate, doy unas pistas y quiero hacer este ejercicio con el texto de Munro, para saber qué entiende el lector.
¿Cree que ha habido tendencia a ocultar a las mujeres de algunas mujeres? En estos días se ha dado a conocer una antología de mujeres beat...
Por supuesto. Elena Poniatowska escribió un pequeño libro llamado Querido Diego, te abraza Quiela, que son cartas imaginarias que pudo escribir la amante abandonada de Diego Rivera en París. Frida fue de las pocas que pudo sobresalir junto a un hombre famoso, pero a Poniatowska le interesa la que fue borrada, como pintora y persona.
¿Qué mujer ha surgido del Grupo de Barranquilla? Hay una escritora colombiana inmensa llamada Marvel Moreno, que estuvo casada con Plinio Apuleyo. La abandonó en París. Ella escribió, antes de morir, una obra magistral. Cuando quiso publicar la novela que contaba sus años en Barranquilla no pudo, pues Plinio Apuleyo y García Márquez se las arreglaron para que no publicara en Colombia. Más silenciada que ella no puede haber, a pesar de su enorme talento. Había un grupo de jóvenes colombianos que trataron que se la leyera.
Otro ejemplo es Tina Modotti, de quien Poniatowska escribió una biografía, inmensa fotógrafa, y si no es por Madonna que compró unas fotografías de ella, nadie sabría quién es más allá de Diego Rivera... No es suficiente quedarnos en la queja pero hay que decirlo, esas voces están silenciadas. Y no es garantía que el movimiento artístico sea más libertario, de izquierda, para que no se vuelva a repetir ese fenómeno, porque esa bohemia de Diego Rivera estaba conformada por gente progresista, así como los beatniks.
Hay diferencias en la construcción de un personaje femenino desde el punto de vista de una mujer y de un hombre. ¿Importa la óptica desde el género del escritor?
Ese es el nudo del asunto. Todos tenemos una sensibilidad de hombres y mujeres, y creo que los escritores tienen una sensibilidad extra, algo como lo que tenía Marguerite Yourcenar en Memorias de Adriano, que no parece una belga, sino un emperador romano. Por su lado, Javier Marías, en Los enamoramientos, tiene una voz de mujer impresionante, bien lograda. Ahora, tiene libertad el artista de ser transgénero. Poniatowska dice que todos sus personajes mujeres son bien logrados, los hombres son un desastre.
Todo ese cuestionamiento me parece interesante. La mujer fue muy imaginada antes de poder ella imaginarse a sí misma. Qué imaginario tienen las mujeres, eso es lo que me interesa, sobre ellas y los hombres.
Todas las ‘grandes’ mujeres fueron imaginadas por hombres: Lolita, Beatriz, Madame Bovary...
Simone de Beauvoir, por ejemplo, nunca quiso hacer personajes de mujeres ejemplares, sino de mujeres reales. Después de estudiarla a completud, descubrí que ella se identificaba más con sus personajes hombres.
¿Y si tuviera que identificarse con un personaje femenino?
(Risas). No, definitivamente no sé, aunque siempre me pareció que Madame Bovary está muy bien lograda. Capaz que me identifico con personajes hombre (risas).