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Más de 80 internos esperan un cupo para estudiar una carrera universitaria
"Cuando mis hijas estén grandes les contaré que caí en un hueco, pero logré salir"
Antonio I. se sienta erguido en una silla de madera de la sala de cómputo de la escuela que funciona dentro de la cárcel. Su frente amplia, sus grandes anteojos de grueso marco negro, sus ademanes envolventes y su seguridad en cada palabra que pronuncia componen una imagen que los revoltosos de un colegio denominarían ‘cerebrito’. El calificativo no está muy apartado de la realidad, pues él es un amante del conocimiento; entre sus logros menciona que tiene un título de economista y 2 masterados, además cientos de libros en su cabeza, muchos de estos leídos desde la última vez que estuvo en libertad, hace ya 14 meses.
Su pasión por la lectura y el aprendizaje lo llevaron a obtener 889 puntos en el Examen Nacional para la Educación Superior (ENES), la calificación más alta entre todos los evaluados del Centro de Rehabilitación Social (CRS) de Varones Guayas N° 1, conocido como la Penitenciaría del Litoral, situado hace más de 5 décadas en el kilómetro 17 de la vía que conduce de Guayaquil a Daule.
A sus 35 años, expresa que aprovecha el tiempo y las oportunidades para sentirse menos pobre, y al decir pobreza no se refiere a la falta de dinero, sino a la reducción de la libertad, que la perdió por una acusación que él rechaza. No solo estudia, también toca la guitarra en el grupo musical Talit. “Le cuento el proceso, primero hubo una socialización por el Ministerio de Justicia, nos entregaron unas hojas volantes con la convocatoria, nos explicaron y luego nos inscribieron. Personal de la Senescyt (Secretaría Nacional de Educación Superior, Ciencia, Tecnología e Innovación) nos capacitó durante 3 días y luego para fortalecer los conocimientos 3 personas privadas de la libertad (PPL), entre estas, yo, preparamos más a nuestros compañeros”.
Más de 80 PPL de ese centro penitenciario sacaron arriba de los 600 puntos en la prueba y esperan obtener un cupo en la Universidad Politécnica Salesiana (UPS), que ofrece becas en Contabilidad y Auditoría, y Administración de Empresas. “Deseo cursar Contabilidad y Auditoría, porque eso complementará mis conocimientos en economía. Con educación te sientes mejor, aumenta tu autoestima, crías mejor a tus hijos y ayudas a otras personas”. Son las 15:00, la temperatura en Guayaquil alcanza los 35 grados centígrados y cientos de personas ingresan a la cárcel y se distribuyen en los 12 pabellones.
Carlos y Carmen, los padres de Antonio, hace pocos minutos estuvieron en una sala ambientada esperando que su turno apareciera en una pantalla. En orden, detrás de otros hombres, mujeres y niños, pasaron por los filtros de seguridad: escáneres, rayos X y revisiones manuales para entrar a verlo. “Nosotros lo hemos criado para servir, le enseñamos que cualquier cosa que aprendamos debemos transmitirla”.
Carmen destaca que su hijo es muy bueno para enseñar. “Tenemos una pequeña fundación y él ayudaba a alfabetizar. Nos hace falta”. En la sala de cómputo también está Patricio G., de 34 años, sentenciado a 4 años de privación de libertad. Hace menos de una década estudió Administración en Estados Unidos, donde además trabajó como mesero para pagar su carrera. De regreso a Ecuador laboró en restaurantes y posteriormente fue profesor de matemáticas en un colegio de Guayaquil. Él es otro de los mejores puntuados del ENES.
Hace un año y 7 meses pisó por primera vez la penitenciaría, por un delito de atentado al pudor. Repasa que cuando iba en el bus que trasladaba a los presos hacia el encierro pensaba en que iba a ser agredido. “Pero nunca me hicieron nada. Desde un principio recibí el apoyo de los Agentes de Seguridad Penitenciaria (ASP) y de los funcionarios que vieron que podía participar en las actividades educativas y laborales que realizan aquí”.
Patricio sonríe y confiesa que le dice sí a cualquier propuesta que le ayude a su crecimiento, no se cree superior y acepta que siempre hay algo nuevo que aprender. “En la cárcel primero fui peluquero, aunque no sabía nada, soy tan meticuloso que me puse a investigar acerca del cuero cabelludo y esas cosas. Luego estuve en el taller de carpintería, ayudando en el área de bodega y hasta ahora aporto en la Defensoría Pública. Cuando conocí del ENES no lo dudé, nos capacitaron y luego se nos propuso dar clases. Del 100% de las PPL que preparamos pasó el 98%; eso quiere decir que somos muy buenos como profesores y -enfatiza- tome en cuenta, sin discriminar, que preparamos a personas que cometieron delitos”.
Antonio y Patricio son padres de niñas. Sus voces se quebrantan cuando se refieren a ellas. El primero tiene una hija, de 6 años, y el segundo, 2: de 7 años y de 9 meses. Ambos no las ven desde que están en la cárcel; es más, Patricio no conoce a la menor. “Cuando mis hijas estén grandes les contaré que caí en un hueco, pero que logré salir y que ellas también podrán hacerlo”, concluye Patricio. (I)