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Una madre y sus 5 niñas huyeron de casa tras agresión

La sala de la casa de sus parientes se convirtió en otro dormitorio. En las noches ponen un colchón en el piso.
La sala de la casa de sus parientes se convirtió en otro dormitorio. En las noches ponen un colchón en el piso.
Foto: Lylibeth Coloma / El Telégrafo
04 de julio de 2018 - 00:00 - Redacción Justicia

La mayor de cinco hermanas se esconde debajo de la cama cuando escucha que llegan personas desconocidas a la casa, donde habita desde el sábado. Está asustada.

Aquel día huyeron de su vivienda, ubicada en el sector de Monte Sinaí, en el noroeste de Guayaquil, porque su padre les lanzó diésel en el cuerpo y amenazó con quemarlas.

Raquel (nombre protegido) es la madre de las menores de 4, 6, 8, 10 y 12 años. Ella permanece con sus hijas en casa de un pariente. Están hacinadas, pero seguras.

La mujer comenta que el sábado su conviviente y padre de sus niñas llegó alcoholizado, cargado con materiales de construcción para readecuaciones en la casa. Todas ayudaron a arreglar las compras y una de las pequeñas cogió $ 1,50 para ir a comprar a la tienda.

De repente, preguntó por un billete de $ 20 que, supuestamente, dejó encima de un aparador, pero nadie sabía del dinero. El hombre culpó a las niñas. Enfurecido por no tener respuestas tomó un envase lleno de diésel y lo derramó en sus hijas, sobre todo a las mayores.

Ellas lloraban mientras su madre intentaba defenderlas, pero también fue agredida. “Tú siempre tratas de taparles todo, por eso van a terminar siendo unas ladronas”, le recriminaba.

“¡Las voy a quemar si no me dicen quién se llevó los $ 20”, insistía el hombre, que tras bañarlas del líquido inflamable aseguró las puertas de la casa para que no salieran. Supuestamente iba a ver un encendedor para prenderles fuego.

Raquel asustada tumbó una puerta que da al patio y sacó a las niñas de la casa. El hombre corrió y las alcanzó. “A la más grande la lanzó al suelo y la golpeó. Cuando la levanté, él me dijo si yo quería aguantar los golpes”.

Los vecinos que escucharon los gritos le pedían desde afuera, al encolerizado hombre, que no cometiera una locura, pero solo gritaba que no intervinieran.

De pronto llegó un amigo que logró convencerlo. Se lo llevó de la casa y la progenitora agarró una maleta, guardó ropa y huyó con sus pequeñas.

Desde el sábado no saben nada del agresor y tampoco quieren. Una de las víctimas le preguntó a su madre, si ese hombre seguiría siendo su padre. Otra la cuestionó si a su papá le hubiera gustado sentir el miedo o si también podían incendiarlo.

Esta no era la primera agresión que sufrió Raquel. Hace dos años, su esposo le pegó y también a una de las niñas por dinero. Desde entonces, la víctima tiene una medida de protección, pero esta permanecía guardada en su casa.

Lourdes (nombre protegido) es la pariente que recibió a Raquel en una casa de alquiler. Ella es madre soltera, de tres menores, trabaja e intenta solventar los gastos. Su progenitora labora como empleada doméstica.

“Yo no quiero que regrese con ese hombre, pero le dije que si lo iba a hacer que se vaya de una vez. En cambio, si está decidida a quedarse nos esforzaremos para poner un negocio de comida y conseguir el dinero para vivir”.

Ahora las menores necesitan ropa, zapatillas y alimentos. Además de ayuda sicológica y reubicación en una escuela cerca de donde habitan actualmente, pues no asisten a clases.

“Es lamentable que desde pequeñas vivan en un ambiente violento. A mí me duele, porque sufrí lo mismo cuando era pequeña”, opina Lourdes, quien de adulta también fue víctima de maltratos por el padre de sus hijos y decidió criarlos sola.

Gina Godoy, coordinadora zonal del Ministerio de Justicia, informó que la cartera de Estado gestiona la asistencia a las víctimas de violencia. Por ejemplo, la ayuda sicológica y el cambio de plantel para que no pierdan el año lectivo.

Mujer quemada por su pareja

El jueves pasado, Amada de Jesús R. B., de 43 años, fue incendiada por el hombre con el que terminó hace 11 meses su relación, de 29 años, pues era muy celoso. El 85% de su cuerpo resultó con quemaduras de segundo y tercer grado. (I)

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