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El Telégrafo
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Richard siembra plantas mientras cumple su pena

El interno decoró la parte externa del pabellón ‘Logros’, espacio inaugurado recientemente, en la Penitenciaría del Litoral.
El interno decoró la parte externa del pabellón ‘Logros’, espacio inaugurado recientemente, en la Penitenciaría del Litoral.
Foto: Karly Torres / EL TELÉGRAFO
26 de febrero de 2018 - 00:00 - Redacción Justicia

El jardinero de la cárcel cubre su cabeza con un sombrero de cartón que confeccionó.

Richard Eduardo P.M. cortó los retazos que serían la copa y las alas, y los empató cuidadosamente con piolas que, en realidad, corresponden a tiras de fundas transparentes desechadas en los pasillos del penal.

Lo elaboró lo más parecido al sombrero que usa Indiana Jones, el personaje de la película del mismo nombre, quien busca objetos de valor histórico para la humanidad.

Una réplica (no hecha en cartón) conserva en la finca en la que trabajaba antes de ser apresado.

El privado de la libertad, delgado y de piel tostada, viste una camiseta celeste a la que le pintó el número 60 cerca del pecho y le agregó mangas hasta las muñecas para cubrir sus brazos del intenso sol guayaquileño.

El tono y la cifra en su vestimenta lo diferencian de los demás internos, y lo identifican como parte de un grupo que realiza labores fijas en beneficio del centro. Los conocen como ‘Los sesenta’.

Algunos ayudan en la limpieza, electricidad, mantenimiento, en el área médica, pero él le da color a los pabellones. No con pintura, sino con plantas.

En el Centro de Rehabilitación Social (CRS) conocido como la ‘Penitenciaría del Litoral’, lo llaman el ‘ingeniero’, aunque no tiene un título universitario.

“Pero sí sé de agronomía y fruticultura moderna, pues años de mi vida trabajé en empresas como proveedor (vendía materia prima) y administrador agrícola. Además decoraba en eventos”, relata el hombre.

Tiene 43 años y hace 19 meses conoció los muros penitenciarios. Asegura que está preso por confiar en personas equivocadas, pero primero quiere hablar de lo positivo.

La labor como jardinero la inició dentro del recinto en diciembre del año pasado cuando terminaron la construcción del pabellón ‘Logros’, un área exclusiva para las personas con tuberculosis.

Él observó que había un amplio espacio para plantar y lo propuso. No solo sembró, sino que adecuó un vivero. De lo que se poda a diario recupera parte de los desperdicios y cumple un proceso con productos orgánicos para que vuelvan a crecer.

“Tengo naranjas, crotón, isoras, bambú de la suerte, la ramita de la felicidad, palmeras, durantas, entre otras”. Todas las especies están bajo plásticos.

¿Cómo es su día en la cárcel?

Richard se levanta a las 05:00 y se ejercita con pesas. Luego se baña y sale a laborar, de una bodega toma sus herramientas, como tijera para podar, espátulas, machete, carreta, y depende de lo que requiera.

“Un día me dedico a reciclar viruta de aserrín que me sirve como tierra de sembrado, ya que aquí no hay, y me ayuda porque absorbe más agua”.

Otro día prepara el terreno antes de sembrar, pues no cualquier lugar es adecuado. En la ‘peni’ se han realizado muchas adecuaciones por lo que hay lugares con mucho cascajo por remover.

También siembra, poda y reproduce más plantas. “Empiezo a las 09:00 y termino eso de las 15:30 máximo. Por el momento me dedico 100% a la agricultura”.

Richard quiere capacitar a otros privados de la libertad para que cuando él salga quede un legado.

¿A las plantas se les habla? Cuando Richard piensa en esto sonríe y responde con un tanto de vergüenza, sí. “Todos los días les digo que están bellas, que me da gusto verlas así. También acaricio sus hojas y las saludo con un buenos días mis amores”, cuenta un poco sonrojado.

Para el ‘ingeniero’ esto es una terapia de doble vía, las plantas se ponen más brillantes y grandes y uno recibe algo positivo que no puede describir. “Debemos recordar que las plantas son seres vivos y también necesitan cariño”.

Richard se describe como sencillo y conversador. “Me gusta tener amistades. Soy enemigo de lo negativo, de la hierba mala”, compara entre risas y con esperanzas menciona que espera recuperar pronto su libertad, pues, asegura, está preso injustamente, por un engaño.

Afuera, él trabajaba en un complejo agroturístico de su propiedad, situado en  el km 27 de la vía a Guayaquil-Salinas, llamado ‘Rancho Laguna’. “La propiedad la tengo hace 23 años”.

En ese lugar lo detuvieron con otras 10 personas, de quienes solo cuatro siguen detenidas. Él está sentenciado a 13 años. Cuenta que alguien ingresó un contenedor con droga en los predios, alguien que para él quiso quedarse con su propiedad.

“Una persona me advirtió que me la quitaría como sea. Luego de unas semanas me pasó esto y él presentó documentos falsos para apropiarse del sitio”. (I)

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