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Un ladrón le quitó la vida al periodista Robert Salazar

Elementos de la Policía Nacional arribaron a la ciudadela 9 de Octubre donde ocurrió el hecho.
Elementos de la Policía Nacional arribaron a la ciudadela 9 de Octubre donde ocurrió el hecho.
Foto: Eduardo Escobar / El Telégrafo
07 de noviembre de 2016 - 13:40 - Redacción Justicia

El periodista Robert Horacio Salazar Acosta, de 26 años, caminaba hacia su trabajo cuando un delincuente en bicicleta lo interceptó en la desolada avenida Quinta y calle Tercera, en la Ciudadela 9 de Octubre, al sur de Guayaquil.

El joven recibió un disparo en el hombro izquierdo al oponerse al asalto. Una vecina contó que el antisocial huyó, mientras que Salazar caminaba casi sin fuerzas pidiendo ayuda. Un doctor que vive en la zona salió a ayudarlo, pero nada pudo hacer. La víctima falleció a los pocos minutos.

Salazar trabajaba desde hace 8 años en el diario El Universo. La última sección en la que laboró fue la de Política. Era licenciado en Comunicación Social y recientemente regresó a Ecuador tras culminar una maestría en Periodismo en Argentina.

"Es tan joven", "por un celular lo mataron", "la vida por un celular, es injusto", eran los comentarios comunes en el sector.

Una ambulancia llegó al sitio al poco tiempo. El cuerpo fue ingresado al vehículo de emergencia hasta que llegara el vehículo de Medicina Legal que lo trasladaría hasta el Laboratorio de Criminalística y Ciencias Forenses.

El fiscal William Aguilar, quien ordenó el levantamiento del cadáver, confirmó que Salazar recibió un disparo en el hombro y que su celular no fue encontrado. Lo que sí se halló fue su maleta gris y una billetera con los documentos y dinero. El funcionario caminó por el sector revisando en qué sitios había cámaras de seguridad para analizar los vídeos e identificar al o los implicados.

El padre de la víctima fue el primer familiar en arribar al lugar. Su grito al confirmar que se trataba de su vástago estremeció a las personas que observaban la escena atrás de las cintas amarillas que delimitaban la escena del crimen. Los compañeros de trabajo de su hijo lo consolaron. Luego llegó la madre quien llevó las manos a su rostro y no podía sostenerse por sí sola.

Los parientes prefirieron no hablar. (I)

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