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El antiguo presidio contará su historia

Panóptico reabre para una exposición fotográfica

Nueve canes son los únicos habitantes del penal; los guardias los alimentaban, ahora están abandonados. Foto: John Guevara / El Telégrafo
Nueve canes son los únicos habitantes del penal; los guardias los alimentaban, ahora están abandonados. Foto: John Guevara / El Telégrafo
15 de diciembre de 2014 - 00:00 - Redacción Justicia

A las 11 de la mañana, Zoila Armijos todavía no vendía las 2 presas de pollo y una chuleta que le quedaban, con la mirada puesta en los alimentos decía: “Antes de que cerraran el penal me iba bien, a esta hora ya no tenía las 25 presas que traía todos los días para la venta”.

Antes de que se iniciara el traslado de los 4 mil internos que ocupaban las instalaciones del expenal García Moreno de Quito -con capacidad para 800-, en la vereda de al frente operaban 12 casetas que vendían desde manzanas, desayunos o almuerzos, hasta papel para copias. Hace 3 meses se vivía ese panorama en el sector de San Roque.

“Tengo mi negocio hace casi 9 años, era bueno, pero con la clausura de la cárcel ya no vendo nada”, se quejó la mujer, quien junto a otros propietarios de las casetas forman parte de una asociación creada para trabajar legalmente en ese sitio.

“Un funcionario del Municipio prometió ayudarnos para reubicarnos en otro lugar, pero hasta ahora nada”, indicó Zoila, quien fue la única que abrió el puesto, los demás estaban cerrados: “Para qué van a venir, yo no tengo otra cosa que hacer, este es mi trabajo. De esto vivo”, dijo en voz baja la señora de 55 años.

Cierre definitivo e incertidumbre

El martes 9 de diciembre, los últimos 600 privados de la libertad que permanecían en el Centro de Detención Provisional (CDP), que forma parte del complejo penitenciario, fueron trasladados hasta el Centro Regional de Latacunga, en Cotopaxi.

También se trasladó a las internas que estaban recluidas en la cárcel de mujeres de El Inca, norte de Quito, edificación que se utilizará para encerrar a los contraventores y detenidos con boletas de apremio.

Desde que la ministra de Justicia, Ledy Zúñiga, declaró oficialmente cerrado el penal, la incertidumbre, el miedo y la inseguridad se han apoderado de los moradores del sector, ya que el complejo penitenciario está contiguo a un barrio que alberga alrededor de 40 casas, donde residen  decenas de familias.

Raúl Aguagallo, quien vive hace 15 años en la esquina de las calles de Las Canteras y Pedro Pecador, diagonal al panóptico, mencionó que le preocupa la inseguridad. “Hasta el lunes había vigilancia policial, por la cárcel, pero como ya está vacía, se pasean por aquí los vendedores de droga”, dijo el hombre.

Cristina, dueña de una tienda de víveres en la esquina frente a la puerta de entrada del CDP, también está preocupada por la falta de vigilancia. “Es increíble, este barrio, a pesar de la presencia del penal, era muy seguro. Estamos asustados”.

La mujer contó que su familia vive en la casa contigua donde está su negocio: “Mi madre nació aquí al igual que yo y mi hijo”. Por eso manifestó su temor de un supuesto desalojo, para la construcción de un hotel de lujo.

Puertas de penal se abrirán

Personal del Ministerio de Justicia sigue retirando escombros del interior del penal, ya que desde esta semana está previsto que sus puertas se abran otra vez para recibir a los ciudadanos que quieran conocer dónde vivían los detenidos.

Ángel Páez, funcionario del Ministerio de Justicia, coordinaba la salida de los camiones del centro con la basura que todavía están recolectando.

La parte de la entrada principal que conducía a la cárcel 1 y 2 lucía con desperdicios, la hierba crecida entre los adoquines evidenciaba la falta de mantenimiento, ya que esa ala del edificio fue desalojada hace 3 meses.
Aunque no hay nadie, los únicos que todavía se niegan a abandonar el penal son 9 perros que viven en el lugar. “Los guías y policías los alimentaban, pero como ya no están, no hay quien les dé nada”, expresó  Páez.

Historia tras los muros

Zúñiga dijo que esta semana los ciudadanos podrán conocer detalles tras los muros de esta antigua cárcel que tiene una importante historia, incluso libertaria del país. “Haremos exposiciones fotográficas de toda la trayectoria del funcionamiento del expenal mientras se preparan los estudios y análisis para definir su futura utilización”.

Además, esta semana se proyectará durante un acto especial un documental que presentará cómo ha sido el proceso histórico de cierre y desalojo, una vez que se entreguen las pertenencias que dejaron los internos a sus familiares. “Es motivo de orgullo el haber liberado al centro histórico de Quito de esta cárcel, que era una bomba de tiempo y donde las personas habían perdido su dignidad”, añadió.

En una ocasión anterior, el presidente Rafael Correa anunció que está en marcha un estudio para convertir al edificio del penal en un hotel 5 estrellas, que revitalizará la zona, dentro de un plan encaminado a incentivar que el Centro Histórico de la ciudad sea repoblado y convertido en un área peatonal en el marco de seguir siendo un destino turístico de primera a nivel mundial.

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