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El Telégrafo
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Las secuelas del 30-S aún están latentes en víctimas

Las secuelas del 30-S aún están latentes en víctimas
04 de mayo de 2012 - 00:00

Profundas marcas en el rostro y la cabeza le recordarán a José Luis Caicedo que estuvo cerca de la muerte. Él es ingeniero en telecomunicaciones y el 30 de septiembre de 2010, a las 14:00, cuando salía de su trabajo en compañía de dos amigos, fue impactado en la cabeza por una bomba lacrimógena.

Herido y en medio del caos por la revuelta policial, José fue trasladado en una camioneta hasta el hospital Andrade Marín, en donde permaneció ocho horas, debido a la gravedad de sus heridas, y a las más de 60 fracturas que le había provocado el impacto. Luego fue llevado hasta la clínica La Merced. Durante cuatro meses José  debió pasar por tres cirugías reconstructivas en cráneo, nariz, mandíbula y  dientes.

Debido a las intervenciones, José ha perdido la sensibilidad en la piel del rostro, y debido al traumatismo en el lado izquierdo del cerebro, la sensibilidad de su pierna izquierda también se vio afectada. 

El episodio que puso en riesgo la vida de José también lo vivió David Morocho, de 23 años, quien después de terminar su labor como pintor fue a buscar a su mamá, que trabajaba cerca del Regimiento Quito.

Cuando estaba por llegar, David sintió  como si una bola de fuego le traspasara el estómago y segundos después se desmayó. Una bala 9mm lo había impactado. Fue sometido a una cirugía de urgencia, que le dejó una cicatriz de 30 puntos.

David se recuperó, pero el proyectil que casi lo mata no puede ser extraído de su cuerpo. Como víctimas del 30-S, José y David recibieron la mañana de ayer, en el sector de Calderón, viviendas de 57 y 40 metros entregadas por el Gobierno.

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