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537 presos del Ecuador aspiran a una profesión

Una de sus tres hijas le colocó el birrete a Enrique, privado de la libertad hace 11 años y nueve meses en la cárcel de varones de Guayaquil.
Una de sus tres hijas le colocó el birrete a Enrique, privado de la libertad hace 11 años y nueve meses en la cárcel de varones de Guayaquil.
Foto: Karly Torres / El Telégrafo
07 de septiembre de 2019 - 00:00 - Redacción Justicia

Enrique tiene 54 años, una discapacidad física y está privado de su libertad desde hace 11 años y nueve meses. Nada de eso apagó su deseo de mejorar y este viernes 6 de septiembre de 2019 se graduó junto a otros cinco compañeros como técnico en Mecánica Industrial, título de tercer nivel otorgado por el Instituto Tecnológico Simón Bolívar (ITSB).

La ceremonia de incorporación se realizó la mañana de este viernes 6 de septiembre en la sala donde comúnmente los visitantes esperan su turno para ingresar al Centro de Privación de Libertad Regional Guayas, en la periferia de Guayaquil.

A nivel nacional 537 personas cursan estudios de tercer nivel en las cárceles de Ecuador, de acuerdo con cifras del Servicio Nacional de Atención Integral a Personas Privadas de la Libertad y Adolescentes Infractores (SNAI).

“Un día le fallé a la sociedad y cuando salga quiero serle útil. Mi anhelo es tener mi propia empresa, ser productivo y generar empleo”, expresó Enrique, quien está sentenciado a 25 años de prisión por un delito sexual y permanece en un pabellón de atención prioritaria.

A él le faltan dedos en su mano izquierda y tiene parte de su rostro desfigurado por las quemaduras que sufrió en un accidente doméstico. “Si paso lamentándome porque quedé discapacitado no voy a llegar a ningún lado. Hay que ingeniárselas y eso hice con el manejo de herramientas”, dice el interno.

Enrique recuerda que los primeros meses de estudio fueron difíciles porque no contaba con los implementos para estudiar. “Los maestros, en su generosidad, nos compraban cuadernos y plumas. Luego ya aportaron nuestros familiares”, narró.

Una de sus tres hijas pidió permiso en el trabajo para acompañarlo en la graduación y fue quien lo invistió con un birrete turquesa.
Ella y familiares de los otros graduados tuvieron dificultades para ingresar al centro carcelario debido a los controles de seguridad que empiezan desde la garita principal con personal policial y un escáner detector de metales.

Los nombres de cada invitado debían aparecer en una lista para que les permitieran el ingreso, pese a que el sitio de la ceremonia no tiene conexión con los pabellones. El inconveniente fue solucionado poco antes de que empezara el evento.

Cinco de los graduados aún permanecen en las celdas y uno está en régimen semiabierto, un beneficio penitenciario contemplado en el Código Orgánico Integral Penal (COIP).

Él es Marco Cuero, de 45 años, quien recuperó la libertad hace seis meses luego de pasar seis años en prisión por cometer un delito relacionado con la tenencia de sustancias estupefacientes. “De los errores he aprendido y a pesar de la dificultad uno puede alcanzar lo que se propone. Ahora estoy practicando lo que me enseñaron para tener un taller de torno”.

Al regresar a la calle sus familiares y su novia lo motivaron a que continuara estudiando, pues había cursado tres años de estudio. “No podía desperdiciar lo avanzado y me explicaron que aunque ya había salido de prisión podía continuar la carrera”.

Ejes de rehabilitación

Orlando Jácome, subdirector técnico de Rehabilitación Social, explicó que en el Sistema penitenciario hay cuatro ejes de rehabilitación: cultural, educativo, laboral y deportivo. “Más allá de ser un éxito de carácter personal, involucrarse en las actividades les ayuda a los privados de la libertad a obtener beneficios establecidos por la ley”.

El funcionario explicó que cuando los internos cumplan el 60% de la condena, los jueces tomarán en consideración su participación en los ejes de rehabilitación para otorgarles la prelibertad o libertad controlada.

Jácome manifestó que para lograr el progreso en los centros de rehabilitación se han realizado cambios administrativos; en algunos casos se cambió a los directores. “Hay diálogos permanentes con ellos para que sigan las directrices, con énfasis principalmente en la rehabilitación y reinserción de los privados de la libertad”.

Otro beneficio es que si un interno ingresa a un pabellón de máxima seguridad puede progresivamente ser llevado a pabellones de mediana y mínima seguridad. “Cada día son más los privados de la libertad que se unen a los procesos educativos”. (I)

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