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El Telégrafo
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Estefanía será sometida a otra cirugía el próximo 16 de abril

Izquierda: Genoveva Jaramillo, madre de la joven, reconoce que la vida de la familia cambió, pero seguirán luchando. | Derecha: Foto de Estefanía meses antes del accidente.
Izquierda: Genoveva Jaramillo, madre de la joven, reconoce que la vida de la familia cambió, pero seguirán luchando. | Derecha: Foto de Estefanía meses antes del accidente.
Foto: Mario Egas / El Telégrafo y Cortesía
06 de abril de 2018 - 00:00 - Redacción Justicia

Una gota de sangre rozó su mejilla. Estefanía rompió su concentración y notó que el tibio flujo no se detenía.  Geovany Gaibor, su abogado, vio que la molestia seguía e interrumpió la audiencia. “Señora jueza, mi cliente tiene que limpiar su herida”. Cinco minutos de receso.

Son dos años y 10 meses en los que Estefanía Maldonado transformó su vida en pausas y postergaciones. El martes último, la joven, de 19 años, llegó hasta el Complejo Judicial, en el norte de Quito.

Luego de cuatro días de diligencias, su cuerpo reaccionó. Las heridas en su cabeza y en el ojo derecho se abrieron.

La audiencia se reinstaló. Los cinco minutos fueron largos. Estefanía limpió su herida con algodón y alcohol que sacó de una bolsa. La sangre ya no está. La joven bebió un trago de agua, respiró y regresó con su abogado.

Los médicos le advirtieron mantener la calma, de lo contrario el flujo volvería. Pero Estefanía no pudo. Ante el estrado revivió el momento que borró sus sueños.

En la Estación de Bomberos de Tabacundo (noroccidente de Quito) un grupo de estudiantes del Colegio Tabacundo cumplía actividades del Programa de Educación en Gestión de Riesgos.  

Los alumnos realizaron una simulación de incendio denominada ‘La despedida’. Estefanía fue obligada a pasar debajo de una motobomba encendida, mientras le lanzaban agua con una manguera. En ese momento su cabello se enganchó en el cardán del vehículo; la tracción del giro de piñones le arrancó el cuero cabelludo. Ocurrió el sábado 30 de mayo de 2015.

Al frente de la joven se sentaron la defensa y los procesados: los bomberos Vicente Napoleón Perugachi, Henry Vinicio Aimacaña Cumbal, Edwin Alexander Quinchiguango Torres, Karina Alexandra Costa Tipán y Henry Marcelo Villa Tupiza. Además, Luis César Toapanta Toapanta, responsable del cuidado de los jóvenes.

Diana Sánchez, fiscal de la causa, explicó que la dinámica de esas prácticas fue un “ejercicio no autorizado” que causó en la joven graves lesiones, como la pérdida total del oído izquierdo.

Además de la pérdida del cuero cabelludo, ya que no hay la posibilidad de reimplantación, también sufrió el daño en el párpado con riesgo de perder la visión, lo que generó el 56% de discapacidad psicosocial grave.

Los hechos se aluden al artículo 152 del Código Orgánico Integral Penal (COIP) que trata sobre lesiones causadas a otras personas.

El Tribunal de Garantías Penales, presidido por Mabel Tapia, declaró culpables a todos, excepto a Costa, por considerar que no tuvo responsabilidad en la dinámica.

Además, los sentenció a un año y ocho meses de pena privativa de libertad y como reparación integral impuso a cada uno el pago de $ 10.000. Es decir $ 60.000.

La Fiscalía pidió indemnización de $ 120.000. No obstante, Sánchez dijo que está conforme con el fallo.

Los abogados advirtieron que apelarán la sentencia. Víctor Andrade, defensor de Henry Villa, señaló, por ejemplo, que su defendido cumplió órdenes y que la responsabilidad no recae en los bomberos.

La audiencia solo fue un capítulo de la tragedia. Estefanía cumplirá 20 años este domingo. Si bien la sentencia fue a su favor, siente que no tiene nada que celebrar.

Sus padres, Genoveva Jaramillo y Vicente Maldonado, y los hermanos mayores, Paúl y Diego, comparten con la joven el dolor.

Estefanía y su madre perdieron la cuenta de las cirugías. Los tres primeros meses fue intervenida casi a diario cuando permaneció en el hospital Eugenio Espejo y luego la trasladaron a un hospital privado en Ohio, EE.UU.

Las más delicadas fueron para extraer piel de las piernas e implantarla en el área afectada. También le reconstruyeron el párpado extrayendo un músculo del brazo derecho. Si los dolores se presentan, la joven consume oxidocon, un fármaco prescrito por los galenos del exterior que debe ingerir cada ocho horas.

Su tratamiento también contemplan otras medicinas. La joven tiene que aplicarse rifamicina, un componente para el tratamiento de infecciones causadas por quemaduras. Además ungüentos dérmicos. 

Las secuelas siguen. La lesión le provocó un problema en el lado izquierdo de la cabeza que impide que las heridas cicatricen. Cada día, Genoveva retira en las mañanas las sábanas que quedan manchadas de sangre. Mientras no se resuelva el problema, no podrá siquiera usar peluca.

Los estudios también se postergaron. Estefanía contó que luego del accidente, las autoridades del colegio le otorgaron un título con las calificaciones que tenía en esa época. No obstante, no quiso constar como bachiller bajo esa modalidad, así que se registró en la modalidad a distancia, en el Colegio Israel

Si bien su condición le impide movilizarse, realizar deportes o algún esfuerzo físico, la joven no pierde el deseo de continuar con su formación académica en Psicología.

Al poco tiempo que obtuvo su título, acudió a la Secretaría de Educación Superior, Ciencia Tecnología e Innovación (Senescyt), en donde solicitó apoyo para gestionar iniciar sus estudios a distancia. La respuesta la desalentó. "Me dijeron que no podían hacer nada. No me apoyaron. Y eso es triste porque quiero seguir estudiando", expresó.  

Armando Serrano, médico cirujano del hospital Metropolitano, ofreció atender el caso. El próximo 16 de abril será intervenida.  Genoveva contó que la cirugía es gratuita, pero hay otros gastos que afrontar.

Lejos de sonar a negativa, reconoció que el valor por indemnización no será suficiente. Habrá otros gastos médicos. Por ello hará un préstamo de $ 10.000. “Haremos todo para que mi hija se recupere”. 

Si usted desea colaborar con los gastos de la familia, puede entregar su aporte a la cuenta de ahorros del Banco de Pichincha N° 2203556933. (I)

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