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El hijo de juez que quiso ser militar y hoy hace historia

El hijo de juez que quiso ser militar y hoy hace historia
19 de noviembre de 2017 - 00:00 - Patricio González Recalde

Su primer trabajo como profesional del derecho fue de Comisario de Salud 2, en Ambato, en circunstancias en que Ecuador atravesaba una de sus peores crisis por la dolarización de la economía decretada por el gobierno de Jamil Mahuad, que a los pocos días le costó el cargo y fue expulsado del poder.

Corría marzo de 2000, hacía apenas tres años se había graduado en la Universidad Central de Ecuador (UCE) como doctor en jurisprudencia, estaba soltero y con todas las ganas de triunfar en su profesión. Hoy está haciendo historia en el país.

Apasionado por las motos, luego de recibir de su padre la primera cuando tenía apenas 11 años; a los caballos y devoto de la Virgen Dolorosa, Miguel Jurado Favara, a sus 48 años, admite que nunca pensó ser abogado, más bien su inclinación era ser militar, pero complicaciones en su columna lo impidieron.

No obstante, el ejemplo de su padre como servidor judicial de carrera y juez lo inclinó por la jurisprudencia, por lo que, de los tres hermanos (dos mujeres), es el único abogado.

Nacido en Quito, en el sector de la Rumipamba, sus primeros años tuvo que vivir en otras ciudades a donde su papá era trasladado a cumplir funciones, por lo que terminó su etapa escolar en la escuela Isidro Ayora, de Latacunga. “Los tres primeros años de colegio ya estuve aquí en Quito, en un colegio que para mí marcó mi fe en la Virgen Dolorosa, en el colegio San Luis Gonzaga, en el antiguo San Gabriel, en el Centro Histórico”, recuerda, al revelar que desde hace 28 años todos los años asiste al rosario de la aurora de la novena de la Virgen Dolorosa.

La secundaria la terminó en la Academia Militar del Valle, donde se truncaron sus aspiraciones castrenses e ingresó a la Facultad de Jurisprudencia de la UCE, en donde tuvo como maestros a grandes juristas, entre ellos Milton Román Abarca, Fabián Guido Flores, entre otros. Además, hizo amistad con sus compañeros, hoy la mayoría abogados en libre ejercicio.

Su profesor y en ese entonces decano de la Facultad de Jurisprudencia, Walter Enríquez, lo recuerda como un joven serio, pero con mucha inquietud sobre la investigación del derecho. “Siempre estuvo atento a preguntar y ese es un don maravilloso de los seres humanos cuando estamos dispuestos a aprender constantemente”.

En 2002 cambió su vida

Uno de los hechos que cambió su vida fue conocer a María Lucero, cuando ella llegó a vivir en el barrio. “Le puse el ojo desde el primer momento. Yo estudiaba en la universidad, sus padres no me querían al principio, hasta que vieron que era un tipo al que debían ponerle cuidado”, dice Miguel Jurado, al revelar que luego de alrededor de ocho años de noviazgo se casaron el 21 de diciembre de 2002.

El asumir este compromiso significó dedicación al trabajo. Para ese año, había renunciado a su cargo de Comisario de Salud, retornado a Quito y cumplía las funciones de agente fiscal de Pichincha, puesto en el que se mantuvo hasta 2011, cuando fue designado Fiscal Provincial adjunto y luego titular hasta 2014.

La jueza nacional Gladys Terán recuerda muy nítidamente el día en que conoció a su colega Miguel Jurado: “Era septiembre de 2001 y fuimos los primeros 20 fiscales que entramos en funciones para la aplicación del nuevo Código Penal que pasaba de un sistema escrito inquisitivo al oral acusatorio”.

En esa época el cambio trasladó la responsabilidad de la investigación de los delitos a la Fiscalía. “Miguel siempre se destacó por su buen conocimiento jurídico, éramos más jóvenes y con un Código recientemente reformado nos ayudábamos mucho entre todos”.

En este período, Jurado consideró necesario seguir con su proceso de formación profesional e ingresa a la Universidad Regional Autónoma de los Andes (Uniandes), donde obtiene en 2007 su primera especialización en Derecho Penal y Justicia Indígena.

Apenas el jurista Ramiro Román escuchó la pregunta de si conocía al juez Miguel Jurado, casi inmediatamente respondió afirmativamente: “Fue mi alumno en la Universidad de los Andes en la maestría de Derecho Penal y Justicia indígena”.

Comentó que en el desarrollo de la cátedra de Derecho Penal que impartió, notó que Jurado era un estudiante muy responsable. “Cumplía con todos los trabajos y lecturas sugeridas, sobre todo era activo en clase, por eso sacó una excelente nota”.

La capacitación continuó hasta que en 2011 obtuvo dos especializaciones más, en Contratación Pública, en la UCE, y se recibe como magíster en Derecho Penal y Criminal en la Uniandes.

Por sus conocimientos y preparación, en febrero de 2014 es llamado a colaborar en el Consejo de la Judicatura (CJ), como asesor de la Presidencia. Pero su estancia es corta, ya que en ese mismo año participa en el concurso organizado por el CPCCS para la primera renovación parcial de la CNJ. En diciembre del mismo año es uno de los ganadores del concurso y uno de los siete nuevos jueces nacionales, al obtener uno de los mejores puntajes, 96,25.

Un juez serio y firme

Serio, respetuoso, exigente y correcto, es como lo define uno de los colaboradores del juez, mientras que Gema Novoa, directora de Comunicación de la CNJ, no dudó en mencionar que le llama la atención su personalidad cordial. “Aquí saluda con todos y sabe quiénes somos, porque nos llama por los nombres”.

Además, tiene fama de ser un conocedor a fondo de los temas penales. “Fue fiscal, así que sabe mucho y, por lo general, todos le consultamos cuando tenemos dudas en esa materia”, comentó Martha Villarroel, encargada de coordinar las audiencias en la corte. No obstante, el propio Jurado admite que la puntualidad no es una de sus virtudes.

Al asumir funciones de juez en enero de 2015, su compromiso fue el de dar los mejores fallos. Y así considera que lo ha hecho. En estos dos años y 10 meses en el cargo ha tenido que despachar una gran diversidad de casos; no recuerda el número, pero si algunos que han sido de interés nacional y que, por ende, se han mediatizado.

Entre ellos se encuentran casos como el supuesto delito de sabotaje y terrorismo, por la toma de las instalaciones de Ecuador TV, durante la revuelta del 30 de septiembre de 2010.

De igual manera, el 6 de abril de 2016, junto con los jueces Silvia Sánchez y Luis Enríquez, con quienes integraba el Tribunal de la Sala Penal de la CNJ, reformó la sentencia dictada contra el exministro del Deporte Raúl Carrión y le impuso 5 años de pena privativa de libertad por peculado.

Otro de los fallos mediatizados fue el emitido el 15 de diciembre de 2016, cuando en su calidad de juez ponente ratificó la sentencia de un año para los veedores Pablo Chambers y Gerardo Portillo, en el caso sobre los contratos que Fabricio Correa, hermano del expresidente de la República, mantuvo con el Estado ecuatoriano.

También tuvo participación como parte de un tribunal, en el caso en que  se negó el pedido de revisión presentado por el exasambleísta Cléver Jiménez y Fernando Villavicencio, respecto al hecho en el que fueron acusados de injuriar al expresidente Rafael Correa y recibieron una sentencia de 18 meses de prisión.

Quiso ser fiscal general

En 2016 el Consejo de Participación Ciudadana y Control Social (CPCCS) da paso al concurso de méritos, oposición e impugnación ciudadana, para designar al nuevo fiscal general que reemplazará a Galo Chiriboga.

A la medianoche del 13 de enero de este año, culminó el plazo para inscribirse y 23 personas lo hicieron. Entre ellas estaba Miguel Jurado.

Tras el desarrollo de las diferentes etapas del concurso, el 15 de marzo, el CPCCS anuncia resultados. Carlos Baca Mancheno fue el virtual ganador con un puntaje de 94/100 puntos. Jurado ocupó el octavo puesto.

Esto no es una derrota para el juez. “En la vida no siempre se gana, lo importante es luchar”, dice Jurado al señalar que los resultados los aceptó con responsabilidad, con madurez y no descarta volver a intentarlo.

Un caso para la historia

“La situación del vicepresidente Jorge Glas lo definirá el juez Miguel Jurado”, fue el titular de uno de los periódicos nacionales del 23 de agosto de este año, y en similares términos titulaba el resto de medios en sus espacios escritos y audiovisuales.

La noticia sin precedentes despertó el interés nacional e internacional, por tratarse del primer caso de un juicio penal a un Vicepresidente ecuatoriano en presencia, por su decisión de enfrentar la acción legal.

En manos de Jurado Favara había recaído por sorteo entre los jueces de la CNJ el caso de asociación ilícita, luego de que el lunes 21 de agosto la fiscal Diana Salazar hallara 10 indicios en contra del Segundo Mandatario.

Pero fue el martes 14 de noviembre de este año, luego de pasar varios incidentes procesales, que Miguel Jurado toma una decisión que podría traer consecuencias históricas: acogió la acusación en el grado de autor de asociación ilícita en contra del vicepresidente Jorge Glas, por la investigación de la red de sobornos de la empresa constructora brasileña Odebrecht. En ese marco, Jurado llamó a juicio penal a Glas y a 12 personas más.

Sobre el tema, el juez dice que jamás se imaginó enfrentar esta situación, pero asegura que cumplió con la ley. “Jamás me he prestado ni me podría prestar para hacer algo injusto. Me ha tocado el tema y creo que se manejó de una manera particular”.

Revela que cuando se encuentra en situaciones complicadas, escucha música ecuatoriana y disfruta de la naturaleza. Antes de emitir una sentencia, siempre invoca a Dios para que sea una sentencia justa. “Siempre digo: Dios mío, soy hombre de principios que me han enseñado mis padres”. (I)

Sus logros

De comisario a magistrado
El primer trabajo que desempeñó en la función pública fue como comisario provincial de salud en Tungurahua, después fue seleccionado como fiscal distrital de Pichincha en 2001 y para 2014 ganó el concurso para juez de la CNJ.

→13 años laboró en la Fiscalía, en donde durante dos años fue Fiscal Provincial de Pichincha.

Camaradas y colegas
Gladys Terán fue compañera en sus inicios profesionales y hoy los dos  forman parte de la Sala Penal de la CNJ.

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TESTIMONIO

Miguel Antonio Jurado Favara
Juez de lo Penal de la Corte Nacional de Justicia

“A mi padre le debo todo...”

Dios me permitió nacer en un hogar donde mi padre fue abogado, fue un jurista y judicial de carrera, por lo que la vida entera pude apreciar la pasión que él tenía por la justicia y esto lo paseó por todo Ecuador, ya que estuvo en varios cargos y fue juez de algunas ciudades.

Cuando yo era pequeño fuimos transitando por el país y tuve la oportunidad de conocer Ambato, Latacunga, Esmeraldas, y la última época de mi padre como juez en Ibarra.

Estas experiencias me permitieron palpar de cerca lo que hacía mi papá y eso despertó la curiosidad e interés de dedicarme a esta rama tan hermosa como es el derecho, porque siempre le escuché a mi padre, que en el cielo está, hablar de justicia.

Para mí, acordarme de mi padre es muy sagrado, porque él me decía siempre: “Mijo, el hombre es lo que quiere ser”. Por eso siempre le suplico a Dios que me permita seguir haciendo mi camino.

Es por eso que estoy aquí ahora como juez nacional, en esta tarea. A mi padre le debo todo, representa mucho en mi vida, ha sido un referente, siempre he dicho que tengo un compromiso porque tengo que honrar el nombre de él, y siempre le digo a mi familia que no hay cosa más hermosa que la posibilidad de vivir en familia y de forjar su propio destino.

Hoy mi padre es alguien que ya no está, pero es un horizonte, un referente, es alguien a quien me gustaría parecerme.

Ser sentimental es uno de mis peros, cuando hablo de mi papá siempre me pongo triste, me acuerdo porque es el mejor hombre que ha existido, se me vienen a la memoria los principios que inculcó en mí, en mis dos hermanas. Por ventura aún tengo a mi madre junto a mí, trato de aprovecharla todo el tiempo, lo disfruto porque no hay dicha más grande que compartir en familia.

Yo fui a estudiar en la Universidad Central porque es la misma alma mater que animó y acogió a mí papá en su formación; él me impulsó para que ingresara y estudie derecho. Cumplí, me gradué a los 27 años, fui a trabajar en Ambato como comisario de Salud, luego volví a Quito, ingresé a la Fiscalía donde trabajé por 13 años, desde agente fiscal a fiscal provincial adjunto y fiscal provincial de Pichincha.

Siempre he dicho que la Fiscalía es un posgrado en derecho penal, tuve la oportunidad de inaugurar el sistema acusatorio en 2001, cambiábamos del sistema inquisitivo al acusatorio en donde básicamente existe la división de roles, el juez juzga, el fiscal investiga y hay una defensoría pública que representa los derechos de los acusados.

En estos años sucede un hecho hermosísimo en mi vida: recuerdo cuando el denominado Simón Trinidad (Juvenal Ovidio Ricardo Palmera Pineda, alto dirigente de las FARC) fue detenido en el Ecuador con documentación falsa.

Esa documentación yo la evidencié dentro de una investigación y posteriormente el Departamento de Estado de Estados Unidos nos invitó a algunos funcionarios que habíamos tenido participación en el caso a una audiencia que se realizó en Washington.

Estuvimos un mes y tuve la posibilidad de advertir y ver cómo era un sistema acusatorio puro, en una corte en donde Simón Trinidad rindió su testimonio y enfrentó el juicio. Ahí yo era fiscal.

Eso me sirvió mucho en mi vida profesional, especialmente el conocer un sistema puro adversarial como el anglosajón, es algo diferente al que tenemos ahora en Ecuador; además, recibí un reconocimiento por mi participación.

Luego, por voluntad propia renuncio a la Fiscalía Provincial de Pichincha y es cuando paso al Consejo de la Judicatura en 2014, como asesor del Dr. Gustavo Jalkh, pero un poco más dedicado a la Escuela de la Función Judicial, en donde tuve la oportunidad de ser catedrático de los cursos de formación. Luego me presenté al concurso de la Corte Nacional de Justicia y, por bondad de Dios, obtuve uno de los siete cupos de jueces que se renovaron.

Entré en funciones en enero de 2015 como juez nacional, pero nunca me imaginé que podría llegar esta posibilidad de tener bajo mi responsabilidad un caso tan grande. Sí estuve consciente de que el trabajo en la Corte Nacional hacía referencia a los presuntos delitos que cometen personas que tengan fuero de corte, y claro que esos ciudadanos son personas importantes.

No me hubiera imaginado que era el caso del Vicepresidente de la República. En términos generales, puedo manifestar que fue un momento difícil. Yo siempre he asumido este papel con extrema responsabilidad y con supremo respeto a los señores procesados.

Jamás me he prestado ni jamás me podría prestar para hacer algo injusto. Me ha tocado el tema y creo que se manejó de una manera particular. Mi intervención terminó con un auto, en donde consideré que hay muchas más razones para que el proceso se ventile en otra instancia, que es la de juicio.

Esa es mi participación, los elementos de convicción los trae el fiscal, él los presenta, yo los valoro y paso a la siguiente fase, que es un tribunal; tres jueces que podrán valorar las pruebas, cosa que yo no lo he hecho.

Le cuento que mi siguiente pasión es litigar, ese es mi sueño, espero que Dios me dé la oportunidad, eso es lo que quiero. Y luego de salir de la corte aspiro a poner en práctica lo poco que he aprendido en esta tarea de administrar justicia.

Conozco la actividad de fiscal, la jurisdiccional, pero la que me falta es la de defender derechos de personas en un litigio como abogado en libre ejercicio, porque litigar es un arte. Es la manera como un abogado defiende a una persona y eso responde a una estrategia; primero al conocimiento de la norma, luego a la estrategia que tenga y la aplicación de la estrategia en un estrado. Esa es mi pasión. (I)

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