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Montañita, entre el cielo y el infierno

Montañita, entre el cielo y el infierno
Foto: Miguel Castro
22 de enero de 2012 - 00:00 - Mario Rodríguez Medina

La cumbia villera ha invadido el paraíso. Montañita es conocido como un punto fijo para turistas de todas partes del mundo y actualmente centenares de argentinos han repletado las calles de este balneario. “Argentilandia”... sí, los gauchos son mayoría en este punto de la Ruta del Spóndylus.

La farra nocturna playera ha cambiado en comparación con meses atrás, ya que el reggae, el rave y el reggaeton no suenan con fuerza como antes, pues la música argentina es la que pone el ambiente en las cuatro calles a lo largo y tres a lo ancho de la zona fiestera de Montañita, pueblo bautizado como la “Jamaica perdida”, precisamente por la influencia del reggae. No hay muchas rastas en el lugar como solía ser costumbre, ahora las cabelleras rubias predominan...

El libertinaje sin prejuicios se vive en las noches de Montaña, lo que hace sentir a sus visitantes como en el paraíso. “Esto es el cielo y el infierno, hay de todo, en especial mujeres hermosas, hoy ligo con una fijo”, dice Diego Capó, un turista gaucho que lleva tres semanas en el lugar.

Pareciese como si la seguridad no hiciera falta en este balneario, ya que las personas  caminan entre las escasas cuadras de esta bohemia playa como si fueran vecinos de toda la vida.

Es más, una patrulla de Policía pasa por la calle céntrica, donde la fiesta está prendida y es como si el enemigo llegara a destruir todo. Pero los miembros del orden solo hacen su recorrido obligado y se van: NO HAN VISTO NADA.
Es la única vez en la noche que los policías aparecen entre la locura y algarabía de la joda y esto que recién son las 23:00, cuando la verdadera “perdición” no ha comenzado aún.

Es raro ver a alguien caminando con las manos vacías. Ya sea un cigarrillo, una cerveza o un coctel, la mayoría ya ha entrado en ambiente.

También aparecen en escena los brownies. La imagen es inocente... un chico de alrededor de 16 años vende unos deliciosos negritos al módico costo de 3 dólares. Perdón, ¿dije imagen inocente y precio módico? Me equivoco, aquí va la rectificación.

Los brownies vienen “recargados”, por eso el elevado precio de este que a priori parece un dulce más, pero en realidad tiene un toque de marihuana en su base y está espolvoreado con la misma droga, pero molida.  

La pregunta que salta al ver estos negritos es ¿de dónde sacaste la receta?... a lo que el vendedor responde: “mirá, yo aprendí a hacerlos en Buenos Aires, allá es muy común esto. Llegué acá hace dos semanas y vi que vender brownies era una buena forma de sacar dinero para seguir disfrutando”, asevera este “comerciante y dulcero” argentino.

Un grupo empieza a tocar al final de la calle central y sus canciones de jazz moderno encantan a los transeúntes y se arma la fiesta, aunque claro, Montaña parece una discoteca de cuatro cuadras que llega hasta la playa, donde también hay “fiesta”.

A la una y media de la madruga es normal ver a más de una persona consumiendo marihuana, aunque ¿en qué momento es raro ver esto en Montaña? La fiesta vive su éxtasis a las dos y media... la fregadera está entera.

En la calle que termina en la playa están los vendedores de cocteles, quienes desde sus triciclos prometen emociones sin fin a los consumidores. Cada coctelero tiene música de ambiente y el ritmo que predomina es la cumbia villera.

En la playa es otro el ambiente, ya que la gente se retira a la arena por un poco de tranquilidad, aunque no falta alguien que vaya para consumir algún tipo de droga más fuerte que la “indefensa” marihuana para que los ayude a pasar más “activos” el resto de la noche. Son las 05:30 y el sol está por salir, pero la fiesta sigue; es que así es este paraíso farrero... Acá pasa de todo, pero recuerden, lo que pasa en Montañita, se queda en Montañita.

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