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Guayaquil enfrenta despropósitos en pleno siglo XXI

Guayaquil enfrenta despropósitos en pleno siglo XXI
26 de agosto de 2018 - 00:00 - Néstor Espinosa

No es planificado. Pero coincidentemente el recorrido inicia en uno de los sectores de Guayaquil menos amigables con el peatón. Aquí hay centros comerciales, hoteles 5 estrellas, restaurantes de lujo. Espacios todos concebidos para los ciudadanos, pero -valga la redundancia- de difícil acceso precisamente para el ciudadano.

En el sector, incluso recoger o dejar pasajeros es complicado por la ausencia de espacios adecuados. En el driveway de un hotel, frente al Mall del Sol, hay que manejar con cuidado porque el área está saturada de vehículos particulares que ofrecen el servicio de taxi y quien recoge un huésped debe esperar la voluntad de los “taxistas”.

Son las 09:19, la hora pico ha terminado. El doctor Fabio Arévalo, experto internacional en urbanismo y planificación, se sube al carro y empieza la observación y el diálogo sobre las condiciones de las calles, aceras y puentes de la ciudad.

El vehículo sale de la avenida Joaquín Orrantia y entra a la de las Américas, donde se construyeron carriles exclusivos para la Metrovía, una copia de Transmilenio de Bogotá, donde Arévalo reside.

Acá, 5 años después, los defectos de la ruta no se han corregido y el resto de carriles tampoco ha sido señalizado.

A la altura del cuartel Modelo, el caos aturde, la señalética en la calzada pide no bloquear el paso de los buses articulados, pero no considera a nadie más. El conductor no familiarizado con la zona fácilmente termina en el Cementerio General (literalmente), aunque su intención sea avanzar hacia el sur de la urbe, a través del puente reconstruido luego del terremoto de 2016, o ir al noroeste por la avenida Kennedy.

Ya en el centro de la ciudad, a la altura de la calle Manuel Galecio, el doctor Arévalo nota las cintas naranjas que advierten de trabajos en la acera. ¿Y el peatón, por dónde camina?, pregunta. Su anfitrión y conductor repregunta con una sonrisa irónica, ¿a qué se refiere? Los  ojos de Arévalo se abren con sorpresa al ver que el peatón no ha sido tomado en cuenta, de manera que es empujado y expuesto a los peligros de la calle.

El recorrido sigue por la calle Tulcán hacia la avenida 9 de Octubre (sector de alta conflictividad también por el recorrido de la Metrovía) y de ahí a la Carlos Julio Arosemena Tola. En esta arteria -una de las más importantes- el vehículo baja la velocidad para que el experto, que visita la “Perla del Pacífico” con el fin de dictar una conferencia sobre la Transformación Cultural de una Ciudad, observe ambos lados de la vía.

Esta avenida, que cambia de nombre en varios tramos, tiene casi 23 kilómetros de extensión y solo cuenta con acera en un pequeño tramo, a la altura del parque lineal, entre el puente 5 de Junio y la Universidad Católica. El resto está lleno de muros, escalones, trampas, residuos de vallas, hierros, huecos, entradas y salidas de vehículos, lo que hace imposible caminar.

La impresión de Fabio Arévalo, quien fue asesor en urbanismo de ciudades como Bogotá o Medellín, es mayúscula. La noche previa recorrió el nuevo puente entre Guayaquil y Samborondón.

“El puente se ve muy bien. Pero noté que para completar los accesos se tomaron lo que en Colombia llaman paramento: espacios frente a las casas para jardines, para aceras. Tremendo despropósito en el siglo XXI”, asegura.

“Las ciudades con mayor calidad de vida no son las que tienen el PIB más alto sino las que cuentan con el mejor índice de desarrollo humano. En este sentido lo que les ha ocurrido a esos barrios es aberrante”, destaca.

En los kilómetros 9, 10, 12 hasta el 16 de la vía a Daule han sido retirados los bordillos divisorios que todas las noches causaban accidentes. Además, este es el primer sector de la ciudad donde se han pintado carriles en la calzada que facilitan el fluido vehicular. El auto circunvala a la altura de la Penitenciaría y el recorrido sigue en sentido contrario. Pequeños tramos frente a grandes negocios sí cuentan con acera.

De repente, frente a Mapasingue, a la altura de Los Ceibos, el doctor Arévalo pide que se detenga la marcha para fotografiar un gran letrero que prohíbe la circulación de bicicletas y peatones.

“Esto no he visto en ninguna ciudad del mundo, esto no debe existir en ninguna ciudad del mundo”, sentencia el experto, quien a partir de ese momento teoriza sobre el poder que las ciudades han dado a los vehículos. (I)  

En la próxima entrega lea sobre el poder y el abuso de los conductores.

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