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El Telégrafo
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Arturo Cadena Torres, investigador y expedicionario antártico

"El noventa y cinco por ciento del fondo marino está inexplorado"

En las instalaciones del Instituto Antártico Ecuatoriano, Cadena da detalles del trabajo efectuado en la vigésima tercera expedición al continente blanco.
En las instalaciones del Instituto Antártico Ecuatoriano, Cadena da detalles del trabajo efectuado en la vigésima tercera expedición al continente blanco.
 Fotos: Miguel Castro / Cortesía
12 de mayo de 2019 - 00:00 - Silvia Murillo

El mundo de la robótica atrapó desde niño al guayaquileño Arturo Cadena Torres, quien desarmaba los carros con los que jugaba momentáneamente para construir robots, allá por la década del noventa.

En ese entonces -recuerda- estaba de moda el Mars Pathfinder, robot que en 1996 fue enviado por la NASA al planeta Marte. Su interés por la investigación robótica la hizo notoria desde la primaria, la cual cursó en el Centro de Estudios Espíritu Santo, en Guayaquil.

Tres años después, y con 15 años de edad, estudiante del colegio San José La Salle, Cadena se vuelca de lleno en la construcción de estos equipos y crea al primero.

Desde entonces han pasado 20 años y ese interés sigue latente.

Sus estudios superiores en la Escuela Superior Politécnica del Litoral (Espol) le confirieron el título en Ingeniería Electrónica y Telecomunicaciones. No estudió Mecatrónica, pues no existía la carrera en ese entonces en Ecuador.

Rusia fue el primer país al que viajó para especializarse en robótica submarina. Allí aprendió lo que son los sistemas de navegación y el modelamiento matemático.

Su siguiente parada fue Estados Unidos, donde se capacitó sobre los sistemas de robots submarinos, cómo diseñar cascos presurizados, cómo modelarlos matemáticamente para determinar cuánta presión puede existir en la profundidad del mar.

“Mientras más profundo se vaya, es mayor la presión. Para tener una idea, 1.000 metros de profundidad equivalen a 100 kilos de presión por centímetro cuadrado; estamos hablando que en el tamaño de una moneda de $ 0,25 está todo el peso de un quintal de arroz concentrado. Entonces se tiene que diseñar el casco para que pueda tolerar esa presión”, explica.

El ingeniero, de 34 años, viajó este año, por cuarta ocasión, al continente antártico, como parte del equipo que conformó la vigésima tercera expedición.

Su vínculo con el Instituto Antártico Ecuatoriano (INAE), institución que ejecuta las expediciones, empezó en 2007, cuando en la Espol, donde era ayudante de investigación del Centro de Investigación y Robótica, recibió a representantes de la referida entidad.

Allí le plantearon la necesidad de un robot submarino para explorar las aguas cercanas a la estación ecuatoriana Pedro Vicente Maldonado, en la Antártida.

“Enviar buzos allá es una actividad de alto riesgo; el buzo no se puede sumergir más de 40 metros ni permanecer más de 30 minutos por la temperatura. Era evidente que la mejor forma para explorar es utilizando robots”.

Entonces, en la Espol desarrollaron un tipo de robot submarino. Luego, por su cuenta, creó uno similar, pero más avanzado, y este fue el que se desplegó en la Antártida en 2011 y 2012.

Otro planeta

Cadena dice que en su primer encuentro con la Antártida quedó maravillado.

“Cuando llegué por primera vez sentí como que estaba en otro planeta; nunca había visto hielo y océano al mismo tiempo”.

Algo que también lo impresionó fue que, pese a ser un entorno extremo -como lo define- había abundante flora y fauna.

“Cuando el robot submarino se sumergió por primera vez, no imaginé que hubiera tanta diversidad en el fondo marino antártico; me quedé asombrado cuando vi las estrellas de mar, las macroalgas, incluso uno que otro pez se fotografió (con el robot)”.

Se atreve a hacer una comparación. Dice que la Antártida tiene una similitud con Galápagos tanto en su conservación como en la flora, fauna. “Hay focas, lobos marinos, elefantes marinos, pero es un territorio dedicado exclusivamente a la investigación científica”.

En la expedición de este año, Cadena llevó el robot submarino autónomo Spondylus, el cual recogió muestras del fondo marino y tomó fotografías de las especies que encontró.

El Spondylus fue desarrollado por estudiantes y docentes de la Universidad Estatal Península de Santa Elena (UPSE), donde dos años y medio se desempeñó como docente en la carrera de Electrónica. Cadena fue el director del proyecto de investigación.

“La mayor innovación de este robot es que es 100% autónomo, es decir que una vez que se sumerge no requiere tener comunicación con un operador”.

Este proyecto ganó el Campeonato Nacional de Robótica en 2017. “En Sudamérica este es el único robot que se ha probado en la Antártida, equipado con inteligencia artificial”.

El desarrollo del Spondylus tomó un año y seis meses, y contó con una inversión de $ 20.000 de la UPSE, como parte del aporte a la investigación científica.

En sus 20 años de trayectoria ha creado 12 robots. De ahí que decidió especializarse en robótica submarina, porque “el 95% de los fondos marinos está inexplorado y potencialmente cada vez que hacemos una inmersión es para encontrar algo nuevo”.

Cita, como ejemplo, que con este tipo de trabajo se pueden encontrar o descubrir nuevas especies, algún volcán submarino, o algún naufragio. “Entonces la robótica submarina a mí me quedó como anillo al dedo, porque esta, con la exploración, me dio la maravillosa oportunidad de vincularme al Instituto Antártico Ecuatoriano. Y la Antártida es aún menos inexplorada”.

Es lunes 6 de mayo y en el cuarto piso del edificio donde funciona el INAE, en 9 de Octubre y Chile, en Guayaquil, Cadena continuaba su trabajo basado en los resultados de la última expedición.

También trabaja en su nuevo proyecto que es el desarrollo de dos nuevos robots: uno de tipo autónomo y otro, que está equipado con un brazo robótico. Ambos trabajan en equipo.

El primero servirá para explorar el piso marino y su compañero extraerá muestras marinas a miles de metros de profundidad.

Arturo Cadena es el mayor de tres hermanos. Los otros dos se decidieron por la arquitectura. Su familia está feliz por todo lo que ha alcanzado con su profesión.

El pasado mes de abril se desligó de la academia, pues él requiere estar dedicado por completo a lo que es la investigación y enfocarse en los estudios que lo llevarán a obtener su Ph.D.

El deshielo

Los cuatro viajes a la Antártida (2010, 2011, 2012 y 2019) le han servido para constatar que el deshielo de los glaciares avanza más rápido que las proyecciones hechas en Rusia, en 2008, en el Año Polar Internacional.

“Mi criterio personal es que son alarmante los resultados del deshielo; los glaciares se están deshielando más rápido de lo previsto. Y justamente para evaluar esa tasa de desglaciación se utilizan los robots submarinos”.

Una vez que Cadena dejó la docencia decidió continuar con su proyecto de “emprendimiento verde”, una empresa con fines de conservación ambiental en la cual seguirá trabajando en investigación, con miras de volver al continente blanco.

Su emprendimiento también se enfoca en ofrecer consultorías de robótica submarina, lo que actualmente no hay en el país y que, cuando se necesita, se contrata a empresas extranjeras.

Destaca como un ejemplo dramático el hecho de que cuando un país no cuenta con tecnología de robótica submarina ocurre tragedia como en Argentina con el submarino ARA San Juan. 

Menciona que los aliados estratégicos para su proyecto serán la academia, los profesionales que se dedican a la investigación de ciencias del mar y quienes lo necesiten.

Dentro de sus objetivos a mediano plazo también está explorar -por primera vez- las fuentes hidrotermales de Galápagos, que están a 2.600 metros de profundidad.

“Es una de mis metas profesionales”. (I)

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