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Barcelona campeón, el desfogue que necesitaba su gente

Barcelona campeón, el desfogue que necesitaba su gente
Cortesía API
03 de enero de 2021 - 10:26 - Lautaro Andrade

El 2020 fue un año duro, durísimo para los guayaquileños. En marzo, pocas semanas después del Feriado de Carnaval, las cosas cambiaron para siempre. La pandemia del covid-19 no tuvo piedad y en un mes cobró la vida de 8.000 personas, si no fueron más.

La población tuvo que confinarse. Era el único medio de salvación para sortear la muerte. No había guayaquileño que no conociera al menos un fallecido por el coronavirus. Muchos de ellos también perdieron sus empleos y planes a futuro. Hubo que ajustarse a una nueva normalidad.

Ya no podían reunirse con sus amigos a beber una cerveza en la esquina, pelotear en la calle o pasear por el malecón los fines de semana. Tampoco podían ir el domingo al estadio. Había que permanecer encerrados, muertos de calor y con la incertidumbre de lo que iba a ocurrir.

Muchos otros, en soledad, lloraban a sus madres, abuelos, padres, hermanos, tíos; de quienes no se pudieron despedir por un enemigo invisible e implacable. Este 2020 fue sinónimo de dolor. Hay heridas que aún no se curan.

Guayaquil dejó de apodarse el ‘puerto principal’ para internacionalmente ser referido como el ‘Wuhan de Sudamérica’. Un nombre que trae amargos recuerdos por los cientos de cadáveres apilados en los camposantos. En ese momento, la esperanza se había perdido.

Se dice que el fútbol es lo más importante de lo menos importante. No cabe duda de que es una frase muy cierta. También hay otro axioma popular que cataloga a Barcelona como el ‘Ídolo del Ecuador’ porque no hay club nacional con más hinchada.

El propio Barcelona protagonizó uno de los acontecimientos más polémicos, cuestionados y acusatorios de esta pandemia. Cuando los casos empezaban a multiplicarse por decenas y Guayaquil se acercaba a su primer centenar de contagios, el exgobernador del Guayas autorizó la asistencia de público al partido contra Independiente del Valle, en la fase de grupos de la Copa Libertadores.

Periodistas que acudieron al encuentro deportivo se contagiaron y posteriormente fallecieron por covid-19. Nunca se sabrá si allí contrajeron el virus o es mera coincidencia. Pero en la gente aún se comenta que fue el partido que jamás debió jugarse.

Había que entender el contexto. Lo que Barcelona provoca en sus fanáticos del todo el país es indescriptible. Lo que mueve económicamente el club también es muy grande. La pasión que genera no lo hace ninguna otra institución del país.

Es así que la noche del 29 de diciembre de 2020, 10 meses después de que se confirmara el primer caso de una persona con covid-19 en Guayaquil, la ciudad volvió a celebrar como hacía mucho tiempo no lo había hecho. Barcelona era el campeón del Ecuador, luego de ganar la final contra Liga de Quito, un rival al que no habían superado en la capital durante los últimos 23 años, en una épica definición por penales.

El pueblo celebró, gritó, cantó, lloró. La frustración, el dolor, la tristeza, los malos recuerdos, la muerte; todo eso quedó atrás. El desfogue fue colectivo. No importó el toque de queda, la prohibición de lanzar pirotécnia o de consumir alcohol. La noche se convirtió en fiesta. Las calles se llenaron de caravanas, el aire se iluminó, la música no paró de sonar y, se dice, que el aire volvió a oler a caramelo.

Barcelona les devolvió la sonrisa. Trajo consigo un momento de euforia y de satisfacción. La razón que las personas, sin importar clases social, religión o cultura (solo amor por el equipo) necesitaban para desahogarse. Al final pareciera que a dos días de que el año acabara, la espera valió la pena. (O)

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