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El Telégrafo
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Pablo Larraín: "Un cineasta siempre es un niño con una bomba"

El director chileno Pablo Larraín ganó el Oso de Plata del Festival de cine de Berlín por su última película, El club.
El director chileno Pablo Larraín ganó el Oso de Plata del Festival de cine de Berlín por su última película, El club.
Foto: internet
07 de marzo de 2016 - 00:00 - Redacción Agencias-Telemix

El director chileno Pablo Larraín (Santiago de Chile, 1976) parece tener una especie de cábala: no le gusta hablar de las películas que aún no finaliza. “Es muy difícil saber lo que hiciste hasta que terminaste. Cuando las cosas están en la cocina, es más sano dejarlas ahí”, explicó desde Estados Unidos, donde filma la segunda parte de Jackie, la cinta protagonizada por Natalie Portman que retratará puertas adentro a la exprimera dama  norteamericana.

”En cualquier caso, eso es lo entretenido y fascinante del cine”, analizó Larraín, el más internacional de los directores chilenos vivos. Con Jackie, cuya primera parte filmó en París hasta enero pasado, el realizador de No y El club da el paso definitivo para ingresar a la industria estadounidense y mundial.

En la pausa de una reunión de planificación con su equipo, Larraín señaló que todavía no hay fecha de estreno para esta cinta que se asomará a la vida de Jackie Kennedy en los cuatros días posteriores al asesinato de su primer marido. Es la primera película que filma en inglés, fuera de la región y con un elenco que no es latinoamericano.

En Neruda, por ejemplo, que se estrenará en el segundo semestre en Chile y Europa, Larraín grabó en ciudades chilenas y argentinas. Los actores de la película provenían de diferentes países, pero todos de esta zona del planeta: volvió a fichar al mexicano Gael García, que había protagonizado No, y contó con el trabajo de actores chilenos, como Luis Gneco, y argentinos, como Mercedes Morán.

“Neruda está casi terminada, en la etapa final del montaje. Estoy muy fascinado y contento con el resultado. Me gusta mucho la película”, señaló al diario El País sobre el filme, que relata la etapa en que el Nobel fue perseguido por el Gobierno del chileno Gabriel González Videla, que decretó en 1948 la llamada Ley maldita contra los militantes comunistas.

“Es una película que no me tomo tan seria y responsablemente. Si alguien quiere ir a verla como si fuese la historia oficial, se equivocará. Es una aproximación a la realidad desde la arbitrariedad más profunda. Se parece mucho más a un fuego artificial que a un testamento histórico”.

Pese a la suerte de cábalas y al misterio, el chileno dio luces sobre lo que ha sido dirigir Jackie, una película sobre un personaje del que cree que se sabe aún muy poco. De partida, el cineasta piensa que “las películas se hacen de la misma manera en todos lados”. Entonces, ¿qué es lo que cambia cuando se dirige una producción de Hollywood? “Sobre todo la forma en que se organizan las cosas, pero el problema del cine es el mismo. Uno se adapta rápidamente al idioma, al equipo, etcétera. La cámara es la cámara y el actor es un actor”, explicó Larraín. Para el chileno, “el cine es un artefacto artístico, político y comercial y lo que varía, quizás, es lo expansivo que pueda ser ese artefacto”.

Historias políticas

El cieneasta ha reflexionado mucho sobre la responsabilidad que se le exige a los directores cuando abordan historias políticas o de alto contenido social, como en Neruda y El Club, la película con que ganó el Gran Premio del Jurado en Berlín en 2015 y donde indaga en las almas de los curas pedófilos.

“Una película puede ser una bomba y el cineasta siempre es un niño con una bomba: no necesariamente sabe de qué manera ni cuándo va a explotar. Eso es lo peligroso y lo interesante”. Indicó que en el mundo, pero sobre todo en Latinoamérica, en los sesenta y setenta se hicieron muchas películas con objetivos políticos que pretendían modificar ciertas cosas. Pero se instala lejos de ello. “No me siento parte de esa mirada, porque no creo que mis películas pretendan cambiar algo. Pienso que es complejo que se le pida responsabilidad a un cineasta”.

Larraín cree, sin embargo, en lo que él llama “imaginario del cine latinoamericano”. “Nuestros colores, ideas, cuerpos, paisajes y nuestro lenguaje”. Relató que cuando se habla del nuevo cine latinoamericano, con dificultad intenta comprender dónde termina lo viejo y dónde comienza lo nuevo. “Pero aun así, creo que las películas que hemos hecho solo pueden haber salido desde el lugar en el que estamos. Me parece fascinante que así sea, porque eso hace que nuestras películas sean difíciles de comparar con otras”.

El chileno estimó que cuando cualquier cine intenta parecerse a otro, “deja de ser interesante, tienes las alas cortas y eso se nota”. Y que el que sale de esta región del planeta, “tiene un tipo de riesgo que no hay en otras partes del mundo”.

El director de Jackie confesó que le cuesta reflexionar sobre el sello que le puede entregar un cineasta latinoamericano a superproducciones de Hollywood que relatan historias en apariencia lejanas o al menos universales. “En esta película me he aproximado a un mundo de reyes y de reinas que no tenemos en Latinoamérica.

Nosotros tenemos caciques y gobernadores, pero no reinados”.

El chileno, según explicó, “ha intentado entender desde lo más básico y primitivo”. “Me invitaron a jugar en algo que no me corresponde y lo estoy haciendo propio a partir de lo fascinante que ha sido la experiencia de fundirse con materiales y una humanidad distinta a la mía”. “Justamente por lo mismo podría transformarse en algo interesante —señaló—. Pero todavía no lo sé”. (I)  

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