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Cualquier cosa valía para protegerse de los ocho grados de temperatura y la lluvia que reinaban en los alrededores del estadio Atahualpa quiteño. Paraguas, plásticos y quién sabe qué más eran los aliados de aproximadamente 20 mil personas que acudieron a ese recinto la noche del jueves pasado para rumbear con las canciones de Marc Anthony.
Israel Brito y el dueto colombiano Dragón y Caballero calentaron el ambiente gélido que a las ocho de la noche se vivía entre las gradas y gramado del estadio. Estos últimos lo hicieron a punta de reggaetón (o música urbana como ellos dicen).
Marc Anthony ya estaba listo para salir al escenario, pero su plan era que una pirotecnia lo recibiera. Por eso, a las nueve de la noche las luces se apagaron. Las tinieblas contrastaron con los colores rojo, amarillo, verde, blanco y violeta que estallaban en el cielo.
La lluvia se había ido, pero el frío era aún más intenso sobre los cuerpos mojados del público, en su mayoría femenino. No les importaba. No era obstáculo para ellos, ni para Marc Anthony. Era momento de rumbear, de bailar salsa y calentarse con los movimientos.
El siempre enjuto salsero de padres puertorriqueños apareció en medio de luces blancas y azules -lucía un sobrio traje negro y gafas tipo Ray Ban del mismo color- al ritmo de los 22 músicos de su orquesta.
Marc Anthony soltó su canción “Y hubo alguien” y “Volando entre tus brazos” con la que extendió sus extremidades superiores como si se tratara de la clásica escena entre Leonardo Di Caprio y Kate Winslet en el filme Titanic.
Luego el sonido de una trompeta silenció por un momento a los seguidores. Era la intro para “Hasta ayer”. En el escenario el frío era evidente en los músicos, quienes lucían abrigos.
En el piano, el músico Mike González fue uno de los más aplaudidos, mientras el cantante -quien anunció en un comunicado que se separará de Jennifer López- invitaba a bailar a los presentes para calentar el sitio.
La baja temperatura dejaba ver cómo el vapor salía de la boca del cantante. Daba la impresión de que estuviese fumando.
Una de sus fanáticas lanzó al escenario una bufanda gris. Marc Anthony agradeció el gesto y la usó alrededor de su cuello para proteger su garganta, que debía hacer un doble esfuerzo. La llevó durante la mayor parte de su show. Por el clima, él debía calentarse con bebidas, a ratos, entre una y otra canción.
Marc Anthony repasó su “Yo trato”, mientras sus admiradores le entregaban un sombrero de paja toquilla con una carta y ramos de flores. “Recordemos canciones de la infancia”, agregó el músico, e interpretó “Y cómo es él”, balada original del español José Luis Perales y que el salsero incluyó en “Íconos”, su disco más reciente.
El público de la zona VIP y Golden Box se trepó sobre las cinco mil sillas de plástico blancas que los organizadores habían asignado. La misma fiesta se vivía en los graderíos. Se los podía divisar por las luces de sus celulares.
“¿Quieren bailar?”, decía Marc Anthony mientras frotaba sus antebrazos con sus manos para lidiar con el frío. Luego adornó el pedestal del micrófono con una bandera ecuatoriana que le habían regalado, luego la usó sobre sus hombros como capa. Era el turno de “Nadie como ella”, uno de sus primeros éxitos en la década del 90.
Con el sombrero de paja toquilla cantó “Qué precio tiene el cielo”. Amagó irse, pero volvió para interpretar “Siento pena” y “Tu amor me hace bien”. Las luces del escenario se apagaron y el cantante se fue en un auto negro en medio de la neblina a la medianoche.
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