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El Telégrafo
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Miley Cyrus, en un show casi pornográfico

Miley Cyrus, en un show casi pornográfico
20 de junio de 2014 - 12:39

Ni Britney, ni Rihanna, ni Jennifer Lopez ofrecen el espectáculo de Miley Cyrus, esa chica que hace no tanto triunfaba como estrella infantil y que a sus 21 años exhibe una orgía premeditada hasta el más mínimo detalle, explotando sin sonrojo el concepto pop hasta sus últimos términos.

El concierto de Miley Cyrus en Madrid, su segunda parada en España tras su concierto en Barcelona, ha sido testigo de un espectáculo no apto para menores, que despenaliza el “pop mainstream” o comercial y, por exceso, lo convierte en algo icónico incluso para el público “indie”, en una rara convivencia entre lo naif, lo kitsch y lo pornográfico.

Se prometía unos medios técnicos y humanos incluso más colosales que los de “Sus Satánicas Majestades”, y no exageraban. Como se trata precisamente de rebasar el buen gusto, aquí todo es obsceno en sus proporciones: la pantalla de más de 10 metros de alto, el escenario con una larguísima pasarela, el coche dorado sobre el que aparece recostada con las piernas abiertas, el perrito caliente volador, los peluches y el hinchable gigante con forma de husky (un homenaje a su perro fallecido)… Conjugados con interminables cambios de vestuario, proyecciones, pasos de la docena de bailarines, gestos, guiños y el infaltable baile pélvico del “twerking” o la simulada felación a Abraham Lincoln.

Hannah Montana está definitivamente muerta y enterrada desde el punto de vista musical (no toca ni una canción de su etapa en la famosa serie infantil) y también como personaje. Ahora toca sintetizar todo el legado de sus predecesoras, todos sus escándalos y frases salidas de tono más o menos estudiadas e incorporarlos al show.

Y en medio de todo esto revoltijo pirotécnico, ¿dónde queda la música? Pues en una primera mitad regada por las canciones de su último disco, Bangerz (adicto a la fiesta, en español), y una segunda repleta de versiones, con guiños, entre otros, a Lana del Rey (Summertime sadness) y Dolly Parton (Jolene), dejando que se asome un ratito la chica de Nashville.

La artista que más dio que hablar en el 2013 de sobra ha dado muestras de su capacidad para sorprender. ¿Qué más se puede hacer después de esto? Sobre todo, impulsar el repertorio para que, en lugar de un par de éxitos, en su próxima gira suenen dos horas de temas a la altura de “esta mente para los negocios con un cuerpo para el pecado” pop.

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