Lucía “a secas”. Así prefiere que la  llamen sus panas más cercanos. Para otros le agrega el Indher, un apellido que ella se inventó, quizás porque en su personalidad es de aquellas chicas a las que les gusta coquetear con el misterio. Y algo de eso se percibe en las canciones retro que con una voz grave interpreta con su banda La Lucía del 69 y los Merry Brownies.

Lo de su voz -aunque no lo dice, ni se lo ha propuesto-, a ratos exagerada en sus tonos graves cuando está en vivo, es una combinación rara que conduce a su tocaya Lucía Cefarelli, ex ‘front-girl’ de Drill, ese grupo de rock alternativo que en 1995 ganó notoriedad con la banda sonora del filme Empire Records. Es un timbre que recuerda a “What you are” o “Butterfly”. Es semejante también a las interpretaciones de “All we are” o “White wedding” (original de Billy Idol), que salen de la garganta de la alemana Doro Pesch, la ex cantante de Warlock.

Pero Lucía va más allá de eso. La música de su banda es su esencia o más bien la fusión de sus poesías e influencias ‘oldies’ con las de Fabricio Rodríguez, bajista de Eusebio Presidente y otros proyectos. El resultado de esa unión, que surgió hace un par de años, es una propuesta retro que suena a “rockabilly” de los 50, con tinte “vaudeville”.

De hecho, su performance, la que estrenó hace menos de dos semanas en el Teatro Sarao, es muy histriónica y a ratos un poco  gótica, pero sin lucir como tal.

Allí Lucía lleva un vestido largo de una sola pieza y una peluca, donde los primeros planos de luces hacen remarcar su figura. Es parte del dramatismo que ella le quiere imprimir a sus canciones acerca de lujuria, despecho o desazón, que forman parte del show “Señorita perdición”. Y Lucía la encarna.

Sin proponérselo, en el escenario los movimientos de Lucía son parecidos a los que hacía la recientemente fallecida Rita Moreno, del grupo mexicano Santa Sabina, e incluso hasta algo de Julieta Venegas, cuando agarra el acordeón para acompañarse en “Adiós Berlín”, una de sus canciones que suena densa con una mezcla rara que coquetea con el polka y el vals.

No obstante, aclara que ninguna de ellas son sus influencias. “Curiosamente cuando tenía 12 años escuchaba a las boyband mexicanas como OV7 o Magneto. Tres años después un amigo mío me pasó un casete de Janis Joplin cuando cursaba el colegio en Manabí y después tuve un CD de UB40, que incluía  la revista Eres (de México).

Más bien soy fan de Janis y también de la diva del blues Dinah Washington o voces contemporáneas como Linda Perry, de 4 Non Blondes. De hecho, la primera canción en púlico que interpreté fue ‘What’s up”, refiere Lucía, de 26 años,  quien agrega que su “propuesta lírica no es narrativa, sino poesías de libre interpretación”.

“Yo compongo la letra y hasta tengo el concepto de la música, luego Fabricio le da forma. Hay versos que parecen dichos por un hombre”, explica Lucía, que también  se dedica a la pintura.

La artista nacida un 6 de septiembre en el cantón Jama creció también con el ambiente ‘underground’ manabita de bandas hard core como Réplica y Camareta, que contradice a lo retro que profesa con su estilo.

“No sigo modas. Soy espontánea. Durante mucho tiempo use el cabello largo con los ‘dreadlocks’, pero no significaba que fuese rastafari o que me guste el reggae. De hecho, no me gusta el reggae, pese a que escuché UB40”, explica Lucía con un tono dulce y a la vez frágil de voz, que constrasta con su forma de cantar en La Lucía del 60 y los Merry Brownies, que como tal empezaron a crear el uno de enero de este año.

Además de “Señorita perdición” y “Adiós Berlín”, la banda, que completan Juan Francisco Vallejo y Carlos Barrezueta, tiene otras diez canciones que son: “Persecución”, “Margarita”, “Alivio desgracia”, “Cueva roja”, “Candy, candy” (con estilo parecido a las baladas de rock latinoamericano setentero); “Tclin, clan”, “¡Zu! Nena”, “Flora”, “Fire” y “Purple sky”.

Son canciones que este sábado sonarán nuevamente, pero ahora en Diva Nicotina y luego en otros bares, hasta que Lucía se reinvente con una nueva propuesta.