Aunque Jinsop  Odirling no nació en Ecuador, pero se siente como un oriundo más de este país y es un agradecido, al punto de grabar un disco con música nacional.

“Mi hijo Álex y yo hemos grabado El  aguacate, Romance de mi destino, Sombras y otras emblemáticas canciones ecuatorianas. Me gustaría que eso sea lo último que deje antes de morir y que el país que me ha acogido durante tantos años me recuerde con ese trabajo”, dice Jinsop, el cantante surcoreano de 57 años, que llegó al país hace 42 y se nacionalizó hace un cuarto de siglo.

Agrega que Álex, uno de los tres vástagos que tiene, es quien se encarga de los arreglos musicales. El intérprete de Los campos verdes, Estrellita solitaria, Dulzura mía y otras prefiere no revelar más detalles del disco. Solo asegura que en 2012 estará listo su material, que dista mucho de las baladas latinas con tinte rocanrolero de la década del 70, que él interpretaba.

Pese a que su música es del recuerdo, aún goza de seguidores cada vez que se presenta en el país, pues Jinsop reside con su familia en Estados Unidos donde le da rienda suelta a su faceta de empresario.

Jinsop, quien es hijo de Myomghui, una coreana, y Fred Odirling, un diplomático estadounidense, recuerda una fecha especial de este año en la que, según,  comprobó su todavía vigente popularidad, especialmente entre las féminas que sobrepasan las cuatro décadas.

Ocurrió el 11 de febrero pasado. Mientras cantaba sus fans cuarentonas y cincuentonas  subieron al escenario para abrazarlo y besarlo, pero ese gesto interrumpió el show.

Cuenta Jinsop, que pese a la satisfacción de sentirse querido por el público, ese momento también resultó frustrante.
“El local estaba tan lleno con un  público que me ofrecía su cariño, pero no había seguridad. Por eso decidí abandonar el lugar”, dice el artista que en Manhattan se dedica a la florería que instaló y, además, es socio en una joyería de Nueva York.

Diez meses después de aquel episodio Jinsop está de vuelta en el país para ofrecer un nuevo concierto. Será el viernes 30 de diciembre en  el bar Sonata y Bulla, en Durán.

Asegura que allí se sacará la espina que lleva desde el 11 de febrero pasado. “Cantaré  Volvamos a empezar, La casadel sol naciente, Yo pienso que tú eres la mujer, Caballero de acero y otras”, dice.

El cantante asiático relata que llegó cuando tenía 15 años para pasar  las vacaciones con sus padres, pero las  extendieron durante dos años en Quito, la ciudad que lo acogió inicialmente. Allí, sin conocer el idioma castellano, absorbió la onda rocanrolera de Los Beatles y otras bandas que llegaban al país, a través  de los vinilos, la radio y la televisión en blanco y negro. 

Con esa influencia inició su carrera en el grupo quiteño Las Hormigas, que precisamente tocaba canciones de Los Beatles y otras bandas. Jinsop solo tenía experiencia de Dreams, su ex banda escolar en su natal Corea del Sur. 

Tras su paso por Quito, se trasladó a Guayaquil por una propuesta que, entonces, le hizo Efrén Avilés Peña, de Ifesa. Así empezó su carrera como baladista.

En esa época no dominaba el castellano, pero aún así adaptaba a ese idioma algunas canciones gringas como Puppy Love, de Paul Anka.

“Para eso me ayudaba mi amigo Carlos Berger, quien me traducía las letras de las canciones que yo sabía de Norteamérica al español. A él le debo muchísimo, era el representante del grupo Los Apóstoles, que integré por poco tiempo . Él me llevó a Ifesa. Lo conocí durante un festival   que participé junto al grupo que integré”, recuerda Jinsop, quien en esos días cobraba 25.000 sucres (lo que ahora representa un dólar) por presentación.

“Aquí conocí a la madre de mis tres hijos y aquí continué ganándome el cariño con mis canciones”, justifica Jinsop sobre el porqué decidió dedicarle un disco de pasillos al país que lo acogió y en el que desarrolló su carrera musical.