Francis Ford Coppola dejará impresos sus pies y manos en cemento afuera del Teatro Chino TCL hoy en Los Ángeles, pero sus huellas en Hollywood, el cine y la cultura estadounidense están grabadas en piedra desde hace mucho tiempo, aun cuando el camaleónico guionista y director se mantiene en cambio perpetuo. La ceremonia será parte del Festival de Cine Clásico TCM, que comenzó ayer en Los Ángeles y se extenderá hasta el domingo próximo. El festival organizado por el canal de cable Turner Classic Movies, dedicado al cine menos comercial, proyectará por cuatro días clásicos de Coppola incluyendo La conversación’.

Tales honores son merecidos para Coppola, el director de la trilogía de El Padrino y Apocalipsis ahora. Pero el cineasta de 77 años no hace pausas a menudo para recibir homenajes; está demasiado ocupado trabajando. Tras una larga ausencia en la silla del director, ha hecho tres películas idiosincráticas y exploratorias en la última década (Youth without Youth, Tetro y Twixt), ninguna de las cuales es el tipo del filme que se espera de un cineasta de su edad. También ha trabajado varios años en una película aún más experimental y ambiciosa, Distant Vision’, una saga multigeneracional sobre una familia italiana estadounidense.

Pero Coppola, más interesado en el futuro que en el pasado, quiere hacer de esto lo que él llama ‘cine en vivo’. En diálogo con la prensa internacional habló de esto, así como del estado actual del cine, su afición a reeditar sus filmes (incluyendo una nueva versión de Cotton Club que acaba de terminar) y, sobre todo, su vida en el cine como un eterno estudiante. “En este momento no tengo más motivación que disfrutar la emoción de aprender sobre cine y ser capaz de participar en él”.

Sobre su carrera, el afamado director asegura que siempre piensa en lo que ha hecho. “Con cada película que hice tuve un manejo diferente de acuerdo a su tema. Ya fueran las películas de El Padrino, por las que quizá soy más conocido por tener una especie de estilo shakesperiano, o Apocalipsis ahora, que es totalmente diferente. Casi como si una persona distinta las hubiese hecho. Golpe al corazón fue otro experimento y La ley de la calle, otro. Siempre estaba tratando de aprender sobre cine, al aproximarme a él de manera experimental y tratar de descubrir qué era lo que estaba realmente ligado a mí. Y todavía lo sigo haciendo a los 77 años. Sigo tratando de verlo desde la perspectiva de: ¿Qué puedo aprender?”.

Justificó -además- las veces que tuvo que sentarse a cambiar proyectos anteriores, como Cotton Club. “Esta fue hecha como en un campo de batalla entre varias personas que dieron su dinero y el productor (Robert Evans). En su época la vieron y dijeron: “Hay demasiada gente negra en ella. ¿Podemos cortar un poco del baile de tap y poner menos énfasis en la gente negra de la historia?”. Sucedió que tenía una copia en Betamax bastante cruda que había existido antes de que todo eso pasara. Me di cuenta de que la película era 35 minutos más larga. Y gran parte de la cinta había sido perdida, pero logré unirla de nuevo como pude”.

Pero no todo es color de rosa, asegura. Uno de los mayores momentos de frustración, explicó, fue cuando, pese a haber ganado ya un puñado de Oscar con El Padrino y sus secuelas, no conseguía financiación ni apoyos para llevar a cabo Apocalypse Now. “Un día estaba tan furioso -recordó- que pensaba: ¿Qué más tengo que hacer para que me dejen hacer la película que quiero? Así que cogí todos los Oscar y los tiré por la ventana”. La madre del cineasta fue después a la Academia en reiteradas ocasiones para pedir copias de las placas de las estatuillas con la explicación de que se estropearon por accidente. La cinta llegó al cine por cuenta y riesgo del propio director, que pidió un crédito millonario con onerosos intereses.

Y aunque reconoce que las cosas han cambiado un poco, para los directores de su generación las cosas siguen siendo difíciles. “Es un momento difícil para los directores mayores que no necesariamente quieren hacer una película de HBO o un tema histórico y no van a hacer una película de Marvel Comics. Así que me encanta estar en la posición de buscar cuáles son las posibilidades. Siento que es una lástima que el concepto de actuación en vivo se haya perdido. Prácticamente desde la invención del fonógrafo y el cine todas nuestras formas de arte están metidas en una lata. Al referirme al cine vivo no me refiero a una versión en televisión de una obra de teatro. Hablo de cine, con las reglas y el lenguaje el cine, pero interpretada en vivo. Eso podría ser encantador, pero mientras tanto seguiré buscando proyectos que me enseñen más de la vida y el cine”. (I)