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El Telégrafo
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Estampas de un Beatle “criollo”

Estampas de un Beatle “criollo”
15 de mayo de 2011 - 00:00

“Thank you for flying with us... bla, bla, bla”, suelta la azafata con un desganado inglés, común entre pilotos y auxiliares de vuelo. Son las diez de la mañana y sobre Lima se ciñe un calor pegajoso, impropio del mes de mayo. Es, para ser más precisos, domingo 8 del quinto mes de 2011, un día antes del comentadísimo concierto de Paul McCartney en la capital peruana. “No me hagas tener que confiscarte lo tuyo”, le dice un guardia aeroportuario a una cincuentona que oferta posters, banderas, cintillos, cadenas y toda clase de chucherías con la imagen del ex beatle, quien -según anhela un centenar de fanáticos- saldrá en cualquier momento por la corrediza puerta del aeropuerto Jorge Chávez... Pero tras los gruesos vidrios, un tanto ahumados, solo aparecen los simples pasajeros de los vuelos ordinarios... Y ante la salida de cada uno de ellos, el cardumen de fanáticos aplaude; aunque de inmediato, al ver que se trata apenas, por ejemplo, de una señora y sus nietos (y no de McCartney y sus guitarristas), la gente se “desinfla” con un pssssss de decepción colectiva. La verdad es que resulta algo ingenuo pensar que Paul saldrá por ese costado; pero la fe de la multitud es terca. Además, en algo no se equivoca: el británico anda ya por ahí...

15-5-11-espectaculos-paul-mccartney-chileEstalla, de súbito, el ajetreo: dos porche cayenne color tiburón, escoltados por tres patrullas policiales, recogen al autor de Yesterday y su séquito en una puerta lejana... reporteros, fanáticos, fotógrafos y curiosos emprenden el galope hacia allá, como en los mejores años de la “beatlemanía” sesentera. Milagros, una agente de viajes de unos treinta años y paciencia ejercitada, permanece inmutable con su cartel en alto, donde constan los nombres de algunos ecuatorianos que han venido expresamente para el concierto. “De aquí no me puedo mover hasta que los reúna a todos”, sonríe, mientras muy cerca de ella pasan “al pique” algunos macartnianos, cámara en ristre...

Paul no se demora en abordar su vehículo y salir del aeropuerto. Más acá, la furgoneta encargada de llevar a los ecuatorianos a sus diferentes hoteles está, al fin, lista. Tomás Cansing, productor bananero, y sus hijos, Daniela y Sebastián, se han unido al resto del grupo luego de resolver algún asunto de equipaje que los había relegado. La furgoneta avanza por el Callao, adentro todo el mundo se presenta, entra en confianza, mientras Milagros toma las entradas y reparte a cada quien su cada cual. Ya en el distrito de San Miguel, en la intersección de la calle Escardó con alguna otra, vemos venir los porche cayenne, las patrullas, los carros particulares que siguen a Paul hasta su hotel, y cuando el vehículo de “Macca” cruza por delante de la furgoneta -a poca velocidad- el músico baja el vidrio oscuro, saca el brazo, nos mira y saluda, sonriente y “canchero”. Todos se regocijan; ahogan discretas carcajadas y aplauden. Parece un excelente augurio de inicio de viaje.

15-5-11-espectaculos-foto-concierto-beatlesPara alguien que vivió un intenso fanatismo  de los Beatles durante la infancia, que leyó a los once años la biografía de Peter Brown y Steven Gaines e hizo grabar The Beatles Antology en VHS -es el caso de quien suscribe estas líneas- este es un momento entrañable. Claro, el fanatismo no da para hacer algo como lo de aquel limeño que corre al pie del porche, sudando como un surtidor. Además, no hay que alardear mucho si consideramos que, horas después, Johana Ruiz, también ecuatoriana, tiene la oportunidad de cantar Get Back a dúo con McCartney durante la prueba de sonido (dondequiera que estés, Johana, dos pulgares en alto...).

El día transcurre, en las pantallas de TV, con intensa expectativa macartniana: Paul representa un respiro frente a las escaramuzas verbales entre  Ollanta y Keiko;  se ve cómo del norte ha llegado gente que acampa afuera del Estadio Monumental (mexicanos, colombianos, ecuatorianos); se realizan entrevistas con efectivos policiales, con Óscar Benavides, alcalde de Ate -distrito donde se llevará a cabo el evento-; se repiten las imágenes de McCartney saludando a los fans que lo esperaban a las afueras del hotel miraflorino, y no falta mucho para que se cocine el mito urbano...

Mitología peruana

Decimos esto  en referencia a que Perú, por ese bagaje cultural que incluye hondos saberes amazónicos, herencias incaicas y rezagos coloniales, ha sido un destino sugerente  para músicos, escritores o distintas figuras de la creación estética que llegaron hasta allí -muchos de incógnito- buscando quién sabe qué revelaciones espirituales o personales. Otros simplemente pasaron por el país y, casi sin proponérselo, protagonizaron alguna anécdota que ha nutrido el imaginario de la gente. Varios comentan aún, por ejemplo, que el récord mundial de pisco sauer lo ostenta el cineasta norteamericano Orson Welles, quien se tomó 19 dobles en el Hotel Bolívar de Lima, sin pestañear, en 1942. Bastante conocida es también la visita de William Burroughs en la década del cincuenta; pero los rockeros -especialmente ingleses- poseen un lugar especial: reza la leyenda que Mick Jagger, cuando viajó con el cineasta alemán Werner Herzog a la Amazonía para filmar Fitzcarraldo, terminó vendiendo “raspadillas” a los niños de Iquitos; y que Robert Plant, de Led Zepellin, viajó al Cuzco con sus pequeños hijos, quienes terminaron corriendo desnudos por Machu  Picchu... A eso se suma Paul McCartney: ya empieza a decirse que estuvo paseando en  bicicleta sin que los transeúntes  se percataran de que era él (cosa que a la larga resultó ser cierta); que durante el trayecto desde el aeropuerto detuvo el carro para abrazar puntualmente a un par de personas; que lo uno, lo otro... y se va labrando la tierra donde cultivar el mito...

Hoy tengo fiesta en el Monumental...

Una hora antes del concierto, el Estadio Monumental (donde juega el Universitario de Deportes) está prácticamente lleno. Hace frío, pero la cerveza -a diez soles- sigue rezumando. Buena calificación a los peruanos en materia organizativa: todo el mundo respeta la numeración de las butacas, nadie se sienta en las escaleras de acceso... por los altoparlantes suenan temas de los Beatles “traducidos” al soul, al disco e, incluso, a la salsa (Celia Cruz interpreta su estupenda versión de Come Together)... A las 9:34 pm aparece McCartney, con un acendrado saco azul claro, y ataca con Hello Goodbye, considerada una de las canciones más comerciales, más “de trámite” de los Beatles, pero asimismo una de las mimadas de  los fanáticos, dada su contagiosa melodía y aquel vídeo que los “fabulosos” rodaron por 1967 vestidos como oficiales de la vieja armada inglesa, pero bien psicodélicos... La fórmula de Paul, por lo menos al inicio, es: una de Los Beatles, otra de Wings o como solista; entonces, después del tema inaugural, se viene Jet, luego All my loving, a la que siguen Letting Go,  Drive My Car, Sing The Changes.... Oswaldo Abedrabo, un ingeniero textil ambateño que ya pasó el medio siglo, se voltea a mirar a su compadre, Enrique Lascano, ingeniero electrónico, con esa cara que tiene uno cuando no se convence de que está pasando lo que, en efecto, está pasando... “Nos conocemos de toda la vida y desde hace años tenemos una banda, por pura afición”, se sobrecoge Oswaldo, “tocamos, por supuesto, canciones de los Beatles”.

15-5-11-espectaculos-afiche-concierto-beatles“¡Viva el Perú, carajo!”, exclama Paul (registrando una frase que hoy hace las delicias de los peruanos en las conversaciones de sobremesa), luego de haberse deshecho del saco azul y haber cambiado su identitario bajo Hofner por una guitarra Gibson Les Paul para rocanrolear con  Let me roll it. Es un concierto para que la gente se debata entre un  éxtasis alegre, casi pueril, y alguna que otra nostalgia. La banda que respalda al maestro es excelente... Así como existen entrenadores de fútbol de táctica estricta que, en el camerino, le dicen a sus jugadores: en este equipo todos marcan, Paul debe haberles dicho a sus músicos: en esta banda todos cantan... La utilización de armonías vocales es imprescindible en la música de “Macca”, y sus acompañantes (Rusty Anderson en la primera guitarra; Brian Ray en la segunda y el bajo; Paul “Wix” Wickens en los teclados y Abe Laboriel Jr. en la batería) han entendido esto acuciosa y comprometidamente. Laboriel, baterista enorme como un elefante marino y capaz de hacer 1.450 muecas belicosas en medio segundo, se conmueve para hacer la segunda voz en Eleonor Rigby; Rusty Anderson y Brian Ray ensamblan cabalmente su canto en el coro de Something, que Paul interpreta, como él mismo explica en español, “en memoria de mi amigo George (Harrison)”. Ha comenzado el tema con un ukulele, para que el homenaje sea completo: ese pequeño instrumento es el que solía tocar George durante las tardes de picnic en Parque del Fraile, su mansión inglesa.

El tributo a Lennon está, también, a la orden del día. Paul se estremece (y estremece) cantando Here Today, que escribió en 1982 expresamente para John... La conmoción lo apabulla también con su balada The long and winding road, tema que en castellano “criollo” podría traducirse, simplemente, con la frase cumbiambera “el camino es largo y culebrero”... aunque en el  tema de McCartney no hay ritmo de jarana sino, más bien, melancolía... en varios conciertos,   al repasar la letra -sobre el trajín emocional que representan las relaciones interpersonales- la canción lo ha reducido al llanto... Esta vez no hay lágrimas, pero casi...

No nos ha interesado realizar un recuento cronológico del repertorio (de esos inventarios objetivos está llena la web a estas alturas), sino mencionar algunos de los momentos más relevantes del show para, un poco, analizar qué McCartney es el que ha regresado a Sudámerica... Entre esos instantes especiales del concierto limeño podemos incluir, además de los ya consignados, el intenso juego de luces en Live and let die (algo común desde hace años en los shows de Paul)... Al entrar el redoble y el “platillazo” que desencadenan la parte más rockera del tema, se encienden cuatro bases de fuego en el escenario, así como una fila de fuegos pirotécnicos por detrás de los intérpretes...  Blackbird y Yesterday sostenidas, apenas, con una añeja guitarra acústica, mostrando que esa voz dulzona y capaz del alto registro -marca registrada McCartney- está prácticamente intacta; los varios solos de guitarra eléctrica compartidos entre Rusty Anderson, Brian Ray y Paul, sumado a estos el de Let it be, a cargo de Rusty, quien le imprime un feeling muy personal, un tanto diferente a la organización de las notas que George Harrison eternizó en el disco de 1970... Hey Jude y Lady Madonna interpretadas con el piano corto, jaspeado de matices psicodélicos, que acompaña a McCartney a lo largo de los países y los años. Day tripper  y, luego, el estadio entero cantando  “Ob la di / Ob la da / Life goes on / bra!”... Band on the run, la mejor muestra de lo que en su momento se bautizó como pop progresivo... En fin, todas y cada una de las canciones de un concierto que la prensa peruana ha calificado ya, consensuadamente, de apoteósico, y que mostró a un Sir Paul en plena forma, con la exaltación que, como él mismo ha reconocido, le produce actuar para el público latinoamericano... Aún se recuerda en Río de Janeiro el concierto de 1990, en el estadio Maracaná, que marcó un récord guiness de asistencia: el ex beatle tocó frente a 184.000 personas. Todos en Buenos Aires saben que cuando va, Paul juega de local... en Santiago ha estado ya dos veces (la última, registrando el costo más alto de una entrada en la historia de aquel país: 2.500 dólares)...  Los limeños han tenido, pues, con su presencia, otra estampa para su singular mitología criolla.

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