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Ellos reinan en su mundo habitado por los discos

Ellos reinan en su mundo habitado por  los discos
11 de julio de 2011 - 00:00

El olor a cartones viejos y alguna que otra picazón nasal son inevitables para cualquiera que se sumerja en el mundo de Carlos Wong Silva, uno en el que sus habitantes son los casi 300 mil discos de vinilo, unos cuantos de pizarra (de esos de la década del 20 que se rompen si caen al piso), otros miles de compactos, cassettes y quién sabe qué más. Es un mundo, quizás, semejante a una fauna en la que cada género musical es como una especie en peligro de extinción. Es un mundo en que el viejo Wong es su propio dios  desde hace 59 años de los 72 que tiene.

Pero no es el único. Como él hay otros que reinan en sus mundos, aunque más pequeños que el universo que creó Wong. Pedro Gambarrotti, Geovanny Briones, Juan Carlos Romo y Antonio Vergara son apenas cuatro -de los quién sabe cuántos- coleccionistas que existen en la urbe. 

La historia de Wong, quien es contador jubilado y que por su apariencia recuerda al señor Miyagi (el personaje que Pat Morita interpretó en Karate Kid), no empezó con la música, sino con cajetillas vacías de Lucky Strike, Camel y otros cigarrillos de moda; fragmentos de cintas para películas y las típicas figuritas coleccionables para niños cuando vivía en las calles Seis de Marzo y Diez de Agosto.

Lo musical llegó cuando tenía 10 años con el tango argentino y los pasodobles españoles que escuchaba en la radio. “En esa época (hace más de 50 años) era lo que se programaba porque teníamos mucha influencia extranjera”, relata el coleccionista que se considera un precursor de los actuales discjockeys, a través de los  antiguos “pick up”, esos descendientes directos del fonógrafo, que  se alquilaban en 20 sucres.

“Los llevaban a mi casa y yo ponía los discos en un plato con un tornillo y una aguja de acero. Nos alquilaban con unos 20 discos que servían para una fiesta entera. Yo fui como una especie de antecesor de los discjockeys actuales.

La diferencia es que en esa época había que cambiar un disco por otro cuando la canción terminaba”, agrega Wong, quien adquirió su primer disco cuando tenía 13 años. “Era ‘Yira, yira’, un tango de Enrique Santos Discépolo. Al otro lado estaba “Cambalache”. La primera de esas me gustaba mucho por su contenido protesta. Para mí la lírica es tan importante como la melodía”, refiere el septuagenario coleccionista que prefiere conservar sus tesoros en formato de vinil.

11-7-11-juan-carlos-romo-cambio-sus-vinilos-por-compactos“Lo que pasa es que no me llevo bien con la tecnología. Soy de la vieja guardia de coleccionistas, quizá purista. Más allá de tener la obra prefiero que sea original. No es cuestión de amontonar discos. Hay que saber de ellos, escucharlos y conservarlos como son para que otras generaciones sepan cómo se hacían los discos antes. Por ejemplo los de pizarra son muy raros, no todos tienen alguno porque son muy antiguos y frágiles. Eran de los que se tocaban en pianola. Uno de los discos de pizarra que más aprecio lo grabó el tenor italiano Enrique Caruso entre 1910 y 1912”, explica Wong, quien  posee obras de distintos géneros que pasan por el jazz de Benny Goodman, el rock de Elvis Presley hasta jingles añejos.

“Antes las propagandas se grababan en discos, no en cassettes y mucho menos digitalmente”, dice. Antonio Vergara, músico y docente audiovisual, de 35 años, coincide con Wong en aquello de conservar los acetatos como prueba de su existencia para las siguientes generaciones. Reconoce que su colección dista mucho de la que tiene su colega. “Mi colección no sobrepasa los mil vinilos, pero eso sí son difíciles de conseguir. Tengo más en versiones digitales que en realidad son los respaldos de los acetatos, más otros discos nuevos”, relata el guitarrista de El Jefe Vergara, la banda de su hermano menor.

Aunque es rockero, fan incondicional de Los  Beatles, su colección se extiende a otros géneros musicales como la salsa y algunas rarezas como materiales que Frank Sinatra grabó hace 60 años, discos de Ray Coniff o los clásicos de Beethoven, Mozart y otros.

“Si de salsa se trata, prefiero la dura, la de La Fania, Willie Colón,  Rubén Blades y otros. De hecho, la última vez que él vino aproveché para que me autografiara la portada de un vinilo de Seis del Solar, su antigua orquesta. Lo mismo hago con otros artistas, entre ellos Charly García a quien le hice firmar ‘Clics modernos’ y ‘Yendo de la cama al living’ hace dos años”, dice el docente de la Escuela Superior Politécnica (Espol), quien adquirió su primer disco cuando tenía 7 años, uno de Los Beatles.

Geovanny Briones, de 48 años, heredó el gusto musical de su padre Jorge, quien tenía una radiola. A los 8 años tuvo su primer disco, uno de Leo Dan. “En esa época se escuchaba a Los Iracundos, Los Terrícolas y otros en las radios.

Luego con el ‘boom’ de la música disco me convertí en discjockey y a los 17 años ya trabajaba en radio Espectáculos, luego en la discoteca Infinity y fiestas privadas, mientras compraba discos de música country y folk”, recuerda Briones, quien actualmente es locutor de “Especiales”, un programa de Radio Élite en el que comparte micrófono con Gabriel Eljuri.

11-7-11-pedro-gambarrotti-obtuvo-su-primer-disco-en-el-71Briones, quien escribe una enciclopedia sobre la evolución de la música anglosajona, también posee una colección digital que sobrepasa las 5 mil grabaciones.

Pedro Gambarrotti, arquitecto de 49 años, recuerda que su primer disco se lo ganó en un programa radial llamado “Las 45 de la Semana” de Radio Tropicana en 1971. “Era el Yellow Submarine de Los Beatles”, recuerda el barbado coleccionista que debió desprenderse de cientos de vinilos y respaldar unos 4 mil  en Mp3.

Juan Carlos Romo, de 47 años, vive rodeado de CDs, que colecciona desde 1984, sin dejar a un lado los vinilos, videos de Beta, VHS y DVD.

Sostiene que no es difícil conseguir discos raros porque en la zona de la Pedro Pablo Gómez hay muchos. “Es recomendable también tener panas fuera del país. Mis contactos están en España y Estados Unidos”, afirma Romo, quien ha hecho de su hogar un universo de discos, uno en el que él es su “dios”, al igual que Wong, Vergara, Briones y Gambarrotti.

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