Aunque la aventura Verde 70 terminó con la salida de Darío Castro, sus canciones no pierden vigencia. Y no desaparecen de la memoria de sus fanáticas porque esas melodías son la esencia del cantautor quiteño, de 32 años, que la noche del lunes pasado presentó Naturaleza humana, su primer disco como solista en el auditorio de Centro Cultural Simón Bolívar (ex MAAC Cine).

Verde 70 aparece, a ratos, en la voz de Castro, su ex líder, para el delirio de sus fans, que se trepan al escenario para tomarse una foto con él, mientras canta A mil kilómetros o Irremediablemente tarde.

No obstante, la velada fue para presentar su Naturaleza humana, un disco que tiene 11 canciones, en las que su autor refleja el mismo número de puntos de vista sobre la vida, lo cotidiano, urbano y hasta político.

Su disco más bien es el resultado de su peregrinaje por Colombia, Perú, Argentina, Bolivia y Chile hace un par de años. Incluso, en pleno proceso creativo, falleció el cuencano Napoleón Astudillo Ochoa,  su abuelo. A él le dedica una de sus canciones: Lluvia de soles, en la que Castro explica que se trata de una metáfora para representar la luz y la sabiduría que dejó su abuelo.

“Durante mis viajes conocí a un cubano, que tenía una canción que impresionó mucho. Cuando supe lo de mi abuelo, la reescribí”, relataba el cantautor capitalino durante su show que empezó a las ocho de la noche.

Era una velada íntima en la que estuvieron sus amigos cercanos, fans y familiares. Su recital empezó con Lógica moderna, en la que predominó el bajo de Matías Alvear.

Su propuesta era muy funky. De hecho, el disco tiene mucho  de ese género que fusiona con otros como su habitual pop rock (que lo distinguió en Verde 70), cumbia y el  hip-hop.

Carreteras nuevas, la segunda de su repertorio escogido para la noche refleja mucho de ese sonido funky y a la vez latino que, a ratos, se asemejaba mucho a la propuesta de Juanes.

Los músicos que acompañaron a Castro también sobresalieron, especialmente Renato Zamora, el guitarrista que en la década del 90 alcanzó notoriedad con los cuencanos Sobrepeso, y el baterista Bastián Napolitano, hijo de Héctor “El Viejo Napo”. Bastián era quien llevaba el peso desde el fondo del escenario.

A ellos se unieron el tecladista Arturo Chicaíza, quien también suplió otros sonidos de acordeones y otros instrumentos pre grabados.

Además de Alvear, el bajista, Castro contó con el acompañamiento vocal de Camila Terán y Jénnifer Byron, hijas de Felipe Terán y Jay Byron, ex integrantes de Contravía.

El ex Verde 70 dividió su show en dos partes. En la primera fue más pop latino, con guitarras más limpias, sin distorsiones. En la segunda mitad fue más rockero y a la vez acústico. Ahí Castro versionó Dicen, de su amigo Juan Fernando Velasco, acompañado por Rubén Burgos, baterista del grupo de Luis Rueda, en el cajón.

Castro también interpretó Cambia, una mezcla muy hip hop y latina (que surgió tras el 30-S, según él); Flor en el desierto, Tanto ganas, tanto pierdes y Ahora, con la que cerró el show a las diez de la noche.