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Carlos Rubira Infante, de guitarrero a voz de un país que amó con orgullo

Carlos Rubira Infante, de guitarrero a voz de un país que amó con orgullo
Foto: Miguel Castro / El Telégrafo
15 de septiembre de 2018 - 00:00 - Redacción Cultura

Mientras Carlos Rubira Infante, el compositor más prolífico que ha dado Guayaquil,  es tendencia en Twitter con la confirmación de que ha muerto, sus familiares tienen apagados los teléfonos. Tal vez no valga decir que murió de un infarto luego de una estancia en el Hospital del Instituto Ecuatoriano de Seguridad Social que está en Los Ceibos, conectado a aparatos que lo mantenían con vida, porque lo que queda, como siempre, es cantarlo.

Casi al mediodía de este viernes 14 de septiembre, la familia de Rubira confirmó la muerte que ya habían anunciado cuentas oficiales. El cuerpo del cantautor y creador de más de 600 composiciones que integran los ritmos de la música nacional será velado en el Salón de la Ciudad, en el Municipio de Guayaquil, como un último homenaje.

“Adiós, Madera de Guerrero, Poeta del Manglar, serás eterno cada vez que tus tonadas resuenen en el corazón de los ecuatorianos. Celebramos tu vida y la despedimos con una sonrisa, querido Carlos Rubira Infante. Buen viaje, maestro”, dijo el cantante José Martín Galarza AU-D, en su cuenta de Twitter.

Carlos Rubira Infante empezó a componer de niño y de ahí no paró. Su primera canción, “Perdóname madrecita”, fue un pedido de disculpas a la mujer que le dio la vida porque no quería que se dedicara a la música. De él es aquel himno que se reconoce como un tono cívico en fiestas oficiales, “Guayaquileño, madero de guerrero”.

La compuso una noche de tragos en Quito, mientras conversaba en una esquina con Alfredo Jarrín Maldonado, que por entonces era su alumno. Ambos vieron cómo un grupo de quiteños llevó una serenata al hotel donde se hospedaba un equipo de fútbol guayaquileño.

Les cantaron, entre varias canciones, el pasillo “Guayaquil de mis amores”, pero lo hicieron mal, en son de burla.

Entonces, Jarrín Maldonado le propuso componer algo para dar aliento al equipo porteño. Rubira Infante, que se jubiló de cartero, pero que tenía como instinto hacer canciones, aceptó sin dudarlo.

Así nació “Guayaquileño, madera de guerrero”, una canción que, según dijo el autor, habla del hombre de su ciudad, “que no se quiebra ante el dolor, es un hombre luchador, fuerte. Por ahí, Rafael Guerrero Valenzuela (fundador de la radio CRE) pensaba que era para él la canción (risas), pero era para todos los guayaquileños”, dijo Rubira.

Con Olimpo Cárdenas formó Los Porteños. A Rubira se le atribuye el descubrimiento y apoyo a talentos locales como lo hizo en su época con Julio Jaramillo, Fresia Saavedra y Liliam Suárez. Rubira no solo logró que sus canciones se escucharan en cada rincón del país, sino que impulsó a otros a que acudieran a las raíces nacionales para la creación.

La primera vez que Rubira Infante transmitió sus temas en vivo fue en Radio EL TELÉGRAFO, en un programa llamado La hora agrícola, en la década del cuarenta, de la mano de su amigo Gonzalo Vera Santos.

Muchas de sus canciones están dedicadas a algún rincón del país, su suelo, su gente, su naturaleza. Algunas de esas son “Guayaquil, pórtico de oro”, “Ambato, tierra de flores”, “Playita mía” o “El cóndor mensajero”.

“Su filosofía es transmitir el orgullo de ser ecuatoriano”, dice uno de sus aprendices más jóvenes, el cantautor Fernando Vargas, con quien formó el dúo Vargas-Rubira hacia finales de la década pasada. Por eso fue que cuando aquellos quiteños llegaron al hotel donde se instalaba el equipo guayaquileño, lo primero que Rubira Infante se preguntó fue “¿aquí hay o no hay patria?”.

Su compromiso con el país estuvo marcado por la guerra del 41 con Perú, de allí que su búsqueda en la música haya siempre sido desde la forma de integrar una nación, a veces dispersa. Su música no se quedó en lo local. Su voz y su creación integran ahora el Salón de la Fama de los Compositores Latinos en Miami, una categorización que recibiría el próximo 18 de octubre.

A las tres de la tarde del segundo viernes de septiembre, Rubira Infante, que este domingo cumpliría 97 años, llegó cargado en un ataúd al Salón de la Ciudad para recibir su último homenaje, la despedida.

Naldo Campos, otro cantante y músico guayaquileño, dijo hace un año que “no va a nacer nunca más un compositor como él en nuestro país, porque su sentimiento es de otra época. Ahora a casi nadie le interesa cantarle a las provincias, al Ecuador, a la naturaleza. Hoy nuestros conflictos con el mundo son de otro tipo”. (I)   

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