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Don Galo inició como tornero a los 10 años junto a su abuelo

Don Galo es muy conocido no solo en Santa Rosa, sino también en otros cantonces de EL Oro y otras provincias.
Don Galo es muy conocido no solo en Santa Rosa, sino también en otros cantonces de EL Oro y otras provincias.
Foto: José Morán / El Telégrafo
12 de agosto de 2017 - 00:00 - Redaccion Economía

La alegría, humildad y las ganas de superación que irradia a diario Galo Paredes Oyague, de 75 años, son dignas de admirar, más aún, cuando conversa sobre cómo inició en el mundo del torno.

Durante un día de intenso sol en el cantón Santa Rosa (El Oro), EL TELÉGRAFO se encontró con este emprendedor trabajando en su local.  Contó que el gusto por su labor empezó cuando tenía 10 años e “iba a travesear” a un taller de mecánica que pertenecía a uno de sus abuelos.

Parado junto a una de sus máquinas de torno, el hombre recordó, como anécdota, que ninguno de los hijos de su abuelo, ni otros nietos fue mecánico, “solo yo”, dijo con orgullo.

“La mecánica me gustó enseguida. Incluso mis parientes me regalaban cositas, como rompecabezas, herramientas chiquitas, porque sabían que me gustaba. Tenía una tía que consumía muchas uvas, las cuales venían en una cajita, y ella me las regalaba; yo las trataba como adorno, las pintaba y así empecé”, mencionó Paredes, quien es oriundo de Ambato (Tungurahua).

Así y con conocimientos empíricos, don Galo se dio a conocer en la localidad y el aumento de los clientes lo motivó a instalar su propio taller industrial denominado ‘Cope’, en el cual llegó a emplear a 11 personas. Añadió que siempre se preocupó por renovar las herramientas para dar un mejor servicio.

Paredes tiene 48 años en el negocio. El taller está lleno de fierros, máquinas, tornillos, entre otras herramientas. A este contexto se suman algunas viejas fotografías que cuelgan en una de las paredes. En ellas ha capturado imágenes que le recuerdan otras actividades de su interés, como las camaroneras y el comercio.

En la actualidad, por la situación económica del país, Paredes solo emplea a dos personas. “Con los que estamos, hacemos máquinas, piñones, reparamos chasis y demás cosas, y bien hechas, porque me gusta que el cliente se vaya satisfecho con mi trabajo”.

Los materiales para su negocio los adquiere en Guayaquil y Machala, depende del tipo de trabajo solicitado por el cliente.

Gracias a este negocio, don Galo levantó su casa, formó un hogar y, sobre todo, permitió que sus hijos estudiaran. Ahora también aporta a la crianza de sus nietos y bisnietos.

“La vida me ha dado todo, no le puedo ser ingrato, por eso es que a veces hay que servir a los demás en algo”, enfatizó Paredes.

Acotó que uno de sus hijos siguió sus pasos. “Él hace techos. De las tareas fuera del taller se encarga él, porque ya cumplí mi misión”.

Un trabajo lleno de anécdotas

Otra de las historias que recordó don Galo es que “cuando era muchachón”, durante la instalación del techo de su negocio, una mala maniobra hizo que cayera de una altura aproximada de cinco metros sobre la base de una de sus máquinas.

“La plancha de zinc cayó a lado mío y solo me golpeó, ya que se quebró, pero ni me rasmillé. Luego de ese susto continúe con mi trabajo”, afirmó.

Minutos antes de la despedida, mencionó que en el sector es conocido como ‘Pachón’ (tipo de gusano), apodo heredado de su padre. Dijo que era con relación “al efecto” que causaba en las mujeres, confesó entre risas. (I)   

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