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"Vengo a ver si la música de una vez me salva"

En 2017 visitará Portugal, pero ignora dónde continuará la aventura. “Soy inútil para las planificaciones”, dice.
En 2017 visitará Portugal, pero ignora dónde continuará la aventura. “Soy inútil para las planificaciones”, dice.
Foto: Miguel Tovar Fierro
04 de octubre de 2016 - 00:00 - Paula Mónaco Felipe

Mariela Condo camina sin prisa por Latinoamérica. Quiere andar a paso lento, escuchar cantos ajenos y encontrarse a sí misma en el reflejo de los otros. “Echar pasos en la calle sin fin claro. Simplemente caminar y dejar que la mente y el corazón absorban lo que a veces no vemos por andar de prisa”, dice en un camerino de la Ciudad de México.

La compositora y cantante de Cacha, Riobamba, salió de Ecuador en febrero pasado y prácticamente no  regresó. En Perú inició un recorrido que siguió por  Chile, Argentina, Uruguay y ahora la tiene en México, con presentaciones en muchos escenarios, incluido el reconocido festival Womad que organiza el músico y promotor cultural estadounidense Peter Gabriel.

Pero la agenda de conciertos parece ser lo menos importante para Mariela Condo. Más que una gira formal, persigue la aventura de andar a ras de tierra, resolver su suerte día tras día y sumergirse en las culturas “porque en el camino se conoce más”.

En su andar no hay hoteles sino casas de amigos y una red que va tejiéndose. “En cada ciudad comparto con artistas locales, es lo más lindo. Lo que más me gusta es el encuentro que se genera con quienes están en la misma búsqueda, en la misma onda, como se dice acá”. Menciona nombres y más nombres, habla de ellos con admiración y los recuerdos se hacen presentes. Le pasa lo mismo en todos lados: “A veces nos agarra la noche y luego nos da la madrugada haciendo música: es la manera nuestra de dialogar”.  

La maleta de su repertorio está cada vez más cargada. “Voy conociendo más canciones y eso es muy bonito. Entonces las canto, decido adueñarme descaradamente de las canciones de otros porque aún siendo de otros compositores transmiten lo que yo hubiera querido decir”. También va adentrándose en universos musicales, “por ejemplo aquí en México tuve un encuentro muy bonito con el son jarocho que es un lenguaje muy profundo, un acto de decir cosas a través del zapateo, el baile, y no necesariamente en palabras”.  

Llegó a este país con un plan de quedarse por tres meses y ya lleva cinco, con ganas de extender la estancia hasta diciembre. “México siempre me llama, es como si acá tuviera familia”, dice sonriente y marcando las eses, sin perder el acento quiteño.

“Pese a todos los miedos, aunque te dicen ten cuidado (por la violencia que asola el país), he encontrado gente hermosa que te ayuda en la calle y he ido descubriendo a gente muy linda”. Refiere a músicos que ya son grandes amigos como la jazzista Iraida Noriega y el contrabajista Aarón Cruz, con quienes se ha presentado en festivales y lugares de prestigio como el Zinco, el más reconocido club de jazz de la capital mexicana.

Mariela Condo tiene 33 años. Nació en Cacha, en una familia de artistas que pertenece al pueblo puruhá. Estudió en el Conservatorio Nacional de Música del Ecuador y en la Universidad San Francisco de Quito. Compone canciones y también interpreta las de otros autores; pinta acuarelas como pasatiempo y escribe textos en su blog.  

No le importa cómo la etiqueten, si la incluyen en folk, jazz u otras categorías, porque solo le importa hacer música “y todo lo hago por placer. Lo que he tratado de aprender es el trabajo, el sufrimiento, lo doloroso, pero no me presiono ni quiero ser mala conmigo misma. Si cantar no fuera un placer, no podría hacerlo”.

-¿Para qué sirve la música?- le pregunto.

-No sé, a lo mejor es algo muy inútil. Ya me cansé de decir que la música une corazones o esas cosas que dicen muchos autores. Yo solo sé que al igual que el canto, la música es un elemento que habita en todos nosotros. En mi caso sirve para desenredar mi propio enredo.

Mariela visitará Portugal en 2017, pero ignora dónde continuará la aventura. “Soy inútil para las planificaciones -explica-. ¿Qué haré de aquí a 10 años? Yo creo que seguiré haciendo música pero quién sabe…¡tal vez sea bailarina!”.

Sale al escenario de la Alianza Francesa de México en una función organizada por la embajada de Ecuador. No hay más que dos bancas para ella y el guitarrista que la acompaña, Ian Morel. La voz de Mariela, transparente y entonadísima, ocupa todo el espacio restante.

“Tu paso / Tu palabra / Se tejen en mi alma”, canta en un lamento dulce para su abuelo campesino; aunque esta vez no habla en kichwa, elige un repertorio con obras que atestiguan su recorrido por Latinoamérica.

Se planta con su cuerpo pequeño, su nariz aguileña y cabello negro que de tan lacio cae sobre su rostro a cada rato. Termina sola con su bombo, en versos que dicen: “vengo a ver si la música de una vez me salva”. (I)

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