Ecuador, 25 de Abril de 2024
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El Telégrafo
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Miguel no dice nada si alguien habla por teléfono en el bus

“Buenas tardes con todos, soy Miguel”, irrumpe un hombre de mediana edad, tez morena y acento venezolano en el bus disco 009 de la cooperativa Águila Dorada. Dice eso y calla. Es miércoles y el sol de mediodía quema en Quito. Su voz fuerte hace que la mayoría de personas en el automotor le presten atención.

En frente suyo hay una mujer adulta, de cabello recogido, hablando por teléfono. Conversa con su hija sobre las compras en el mercado, la preparación de la comida y que debe retirar a sus nietos. “El bus va lento”, le dice a su hija por el artefacto. Atrás de ella hay otra mujer, que también habla por teléfono con su esposo, pero prefiere comunicarse por el altavoz.

Su esposo le cuenta que el arreglo del taxi, que es el sustento de ese hogar, le costará más de $ 500. Ella le sugiere consultar a un primo; él prefiere el mecánico de confianza. No se ponen de acuerdo. Miguel, en cambio, continúa de pie. Se arrima en uno de los asientos. Toma fuerzas y vuelve a gritar: “Mi madre y mi padre me enseñaron a respetar y yo los respetaré hoy a ustedes”.

Segundo silencio. Pero esta vez es más largo. Pasa una cuadra, dos, seis... Miguel se topa la frente. Se toma su tiempo para ver a cada uno de los ocupantes del automotor. Susurra algo, que no se le escucha. Con su mano derecha da golpes bajitos en un parlante, que lleva consigo, sujetado a su brazo. Sigue el silencio. Pero ya son más de cuatro minutos. Varios ocupantes del bus lo miran con extrañeza. Algunos susurran: ¿qué quiere? Otros, mejor, lo ignoran y miran por la ventana.

La controladora del bus grita: “CCI, Labrador, Condado...”. Las dos mujeres continúan hablando por teléfono. La controladora del bus regresa la mirada a Miguel y lo increpa. “¿Qué pasa?”, le cuestiona. “Cante, venda, diga algo”, le dice. Miguel, de nuevo se topa la frente y con una sonrisa le contesta: “No puedo. Estoy respetando que las señoras están hablando por teléfono”. Pasan otros cinco minutos y Miguel se da por vencido. Las dos mujeres siguen conversando. (I)

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