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El Telégrafo
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En El Morro el turismo aún no se comprende en su totalidad

En El Morro el turismo aún no se comprende en su totalidad
Foto: Néstor Espinosa / EL TELÉGRAFO
10 de octubre de 2018 - 00:00 - Néstor Espinosa

Son las 13:00 y la tranquilidad es absoluta en El Morro, parroquia rural de Guayaquil. La belleza arquitectónica de la iglesia de San Jacinto se impone en el poblado. Es domingo, 7 de octubre y feriado. Se recuerda un año más de la Independencia de Guayaquil (198).

El sol y el calor agobian y los turistas escasean. En la tienda diagonal a las torres de la capilla, tres jóvenes ven a través de un celular, con extrema concentración, una serie de Netflix. Un cliente las interrumpe para comprar helados y ellas atienden de mala gana. Los cinco helados, al parecer, no son un incentivo para ponerle pausa al celular.

Mientras uno de los visitantes espera su helado, pregunta a las jóvenes por qué no hay turistas a pesar de los atractivos del sitio: la iglesia -construida en 1737-, patrimonio cultural de Ecuador; el Cerro del Muerto o la Gruta de la Virgen de la Roca. Una de las jóvenes, poniendo sus ojos en blanco, contesta que todos los turistas están en Puerto El Morro, comuna ubicada a 4 kilómetros de la cabecera parroquial.

El Morro.

Efectivamente, en Puerto El Morro no hay dónde poner un pie. En realidad, no hay dónde estacionar un carro. El rústico patio de comidas a orillas del estero está saturado de clientes. Mayra, en el comedor La Garza Rosada, no se abastece para atender a tanta gente. En la otra esquina, una larga fila de personas espera para salir de paseo en  lanchas para observar aves y delfines.

El sitio es una mina de oro para el turismo. Resalta un pequeño malecón con escalinatas, donde los habitantes ven caer la tarde y se arrullan con el canto de la inmensa cantidad de aves que buscan una rama para solazarse. En una esquina del malecón, un par de comuneros ofrece cangrejos y conchas prietas a los turistas: mientras más bajo el precio, más regatean algunos de los posibles compradores.

El encanto de la comuna y de sus atractivos se opaca. Unos metros más allá, los perros infectados, visiblemente con sarna, caminan libremente entre la gente. Más arriba, en una calle empinada, una hilera de cerdos busca alimento entre la basura y las aguas servidas corren por la cuneta. (I)

Puerto El Morro.

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