Ecuador, 20 de Abril de 2024
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El Telégrafo
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Me resigno a andar en bicicleta

Lunes sin sol y tráfico. Todo parece perfecto para una ciudad, Guayaquil, que insiste en no serlo. Voy por Urdesa en bicicleta. Un Spark gira a la derecha y me golpea. Pienso que se ha dado cuenta y me golpea aún más hasta lanzarme al suelo. Me sostengo con el brazo izquierdo y se va. Me pongo de pie y sigo viva. Mi bicicleta parece no tener daños.

Con toda la furia del mundo me subo y avanzo hacia el vehículo que me lanzó. Intento pedir ayuda. Grito. Un carro me señala al Spark que se va, como diciéndome “sí, ese es”. Voy tan rápido como mis heridas lo permiten. El manubrio del freno derecho se ha roto un poco. El Spark avanza, esquiva carros, se pasa la roja. Veo a un vigilante en una esquina conversando y le grito que detengan a ese hijodep... Nadie me escucha.

Estoy sola en una ciudad llena de vehículos que pitan y quieren avanzar tan rápido como pueden. Lo pierdo. Llamo a un amigo y le pido que memorice la placa. Lloro de rabia y no paro. Tengo una cita médica y quiero que me curen los raspones del brazo. Cuando llego al centro de salud al que me dirigía antes de la caída, veo que al lado hay un UPC. Es una señal, pienso. Una mujer vestida de policía y embarazada atiende la recepción. Ha llegado la patrulla. El policía sin salir de su carro me dice que así, como estoy, ensangrentada y llorando, debo ir a poner una denuncia. “Aquí nomás, en el Albán Borja”. No pierdo tiempo.

En mi cita médica me dicen que debo esperar al último turno, una hora más tarde. Cojo mi bicicleta y voy al Albán Borja. En la recepción, la mujer que otorga los turnos me dice “pero no iba por donde debía… en la carretera hay un lugar por donde deben ir los ciclistas”. Le digo que esto fue aquí, en Urdesa, no en la carretera. Me da un turno.

En la puerta asignada hay un hombre que toma decisiones  y me dice que no, que aquí no es, que debo ir a otra oficina de denuncias. “Señora, vaya a Antepara y 9 de octubre”. Resignada a curarme voy a la farmacia. El señor que atiende me pregunta qué pasó y me cura un poco. “Lo importante es que está sana, estos son solo raspones”. Así todos aprendemos a resignarnos. (I)

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