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El Telégrafo
Emir Sader

La izquierda está obligada a ganar

25 de septiembre de 2018 - 00:00

Hay períodos históricos en que se vuelve más difícil para la izquierda imponer la hegemonía de su proyecto. En las dictaduras, por ejemplo, cuando las condiciones de organización y movilización del movimiento popular se vuelven muy difíciles. Los gobiernos del bienestar social han logrado cautivar a amplios sectores populares, al atender sus reivindicaciones. Los gobiernos neoliberales, en su primera fase, cautivaron a una parte importante de la población con sus promesas de recuperar a las economías, con políticas de ajuste fiscal. Esas promesas se han agotado. Cuando resurgen gobiernos neoliberales han perdido esa capacidad de captar la simpatía y el apoyo de partes importantes de la población. Por ello mantienen hasta donde pueden el diagnóstico de que los problemas de la economía se deben a los problemas heredados de gobiernos que se tildan de “populistas”, con sus gastos supuestamente excesivos de recursos públicos. A ese argumento suman los de la corrupción que atribuyen a esos gobiernos.

No hay situación más favorable para la izquierda. Se vive aún con limitaciones (más todavía en Brasil) un sistema democrático, con disputa electoral, pero a la vez, con gobiernos con programas profundamente antipopulares, que acumulan recesión y desempleo masivo. Las condiciones son inmejorables si la izquierda logra resolver sus problemas internos.

Esa lucha requiere, antes de todo, un programa netamente antineoliberal, con acento en el desarrollo económico, con políticas de inclusión social, priorizando un plan para la lucha en contra del desempleo. Requiere, asimismo, unidad entre las fuerzas populares, con un liderazgo claro, que exprese la confianza del pueblo. Necesita también incorporar temas que no habían sido abordados antes o no de forma suficiente, como la democratización de los medios, la democratización de la Justicia, la reforma tributaria, la reforma bancaria.

Pero nada de eso tendrá efecto y la izquierda no estará a la altura si no hay un verdadero espíritu de unidad, de conciencia de la lucha en contra del modelo neoliberal, ese es el objetivo fundamental de la izquierda y del campo popular. Ambiciones personales, concurrencias entre liderazgos, rencores tienen que ser dejados a un lado para que la fuerza potencial de la izquierda se vuelva realidad, mediante un liderazgo que unifique a toda la lucha. Si no es el líder tradicional, por una u otra razón, tiene que ser otro, pero que represente toda la fuerza unificada del pueblo. (O)   

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