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El Telégrafo
 Juan Carlos Morales. Escritor y periodista ecuatoriano

Yumbaña: el pelmazo y los nazis

08 de marzo de 2014 - 00:00

San Francisco de Yumbaña, en un hipotético Ecuador, es la locación imaginaria que han elegido los directores de Distante cercanía, Alex Schlenker y Diego Coral, para poner a andar a un hombrecillo, Bernardo José Riofrío (interpretado por Gonzalo Estupiñán), para que -a la voz de la ley del más vivo- sea el alcalde que les promete una prosperidad similar a la de París. (En la realidad, en Vinces, conocida como ‘París Chiquito’, los ‘Gran Cacao’ erigieron una torre Eiffel enana, aunque no hicieron casa de hacienda en La Clementina).

Como se sabe, un autor crea sus propios precursores. Así, el pueblo de San Pedro de los Saguaros, allá en México, es el escenario para el largometraje La ley de Herodes (si no la chingas, te jodes), donde la corrupción del empleaducho Juan Vargas es una crítica acérrima a la Dictadura Perfecta, como diría Varguitas, del PRI. Sin embargo, el filme ecuatoriano -de excelente producción, fotografía, música y todo de alta profesionalidad- tiene un elemento alucinante: los nazis. Y cuenta también con guiños del western clásico y, como dice Schlenker, “mucho del absurdo de autores como Becket; hay ironías pequeñas escondidas, como los nazis cantando ebrios canciones del comunista Brecht”.

La película está ambientada en 1945, donde, como se sabe, algunos seguidores de Hitler rondaban círculos para hacer sus chanchullos, casi al fin de la guerra. El doctor Kurt Mainzel (interpretado por un histriónico Christoph Baumann) logra que Riofrío, un oscuro empleado, se lance a la aventura de cambio de divisas alemanas, las reichsmark de la esvástica, bajo la mirada atenta de Pepita (Nataly Valencia). Soberbio Édgar Parra, como cantinero.

La construcción de los personajes no tiene los estereotipos de bueno/malo (tan caro a las novelas, pero que en verdad viene de los griegos, recogidas en los arquetipos de Jung). De allí que los excelentes actores se desdoblan. Tienen sus crisis. Todo esto con una ironía del absurdo.

Schlenker, por lo demás teórico de la imagen, armó un laboratorio psicológico para responder algunas preguntas: ¿Qué pasa cuando a un perfecto pelmazo -un ‘looser’ como dicen los gringos- le damos un maestro, nazi encima, le forramos los bolsillos de dinero y lo colocamos frente al poder? El resultado es Riofrío, quien también representa una caricatura de muchos individuos en ascenso social tocados por el bicho de la corrupción. Este filme debería ser analizado en las aulas de los colegios, tal como se lee Huasipungo y la triada explotadora: gamonal, teniente político y taita cura. Es que aún ese país del pasado nos persigue desde su edad de piedra, como diría Agustín Cueva.

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