Algunos ecuatorianos vemos con preocupación los dimes y diretes dentro del órgano electoral, la falta de “confianza” y poca credibilidad. No se trata de salvarse de un juicio político, se trata de responder al país, de garantizar transparencia y fortalecer la democracia.
Objetivos que claramente el actual Consejo Nacional Electoral (CNE) ha olvidado y, por el contrario, se ha visto gravemente manchado por denuncias, funcionarios detenidos e incapacidad real de control.
Pero el problema del país no pasa solo por las instituciones, está también en los ciudadanos, quienes ejercemos el voto, y lo hacemos por obligación, por el certificado o por dádivas. Lamentablemente, como sociedad, todavía creemos en el “salvador” que cambie nuestras vidas a cambio de nada y que ponga la otra mejilla, mientras el resto ni se despeina.
No comprender que somos corresponsables de nuestro destino como nación ha llevado a los ecuatorianos a elegir mal, desde presidentes, alcaldes y legisladores. Y hasta en los espacios más pequeños, que poco o nada se han democratizado.
Me refiero a la directiva del barrio, la asociación, el sindicato, el gremio, el mercado; en donde los mismos dirigentes, durante 30 años o más, han copado los noticieros con el mismo discurso; pactando con cuanto gobierno han podido; en algunos casos condicionando funcionarios bajo amenazas de movilizaciones; y obligando a los suyos a cumplir sus imposiciones.
Cuando lo urgente en dirigencias gremiales y partidos políticos es la renovación, alternancia, transparencia. Ahí el CNE puede y debe intervenir, porque su control es parte de fortalecer nuestra democracia.
En este contexto llegarán las elecciones 2021, así que los ciudadanos debemos entender que la convivencia democrática es de doble vía, tan responsable es el candidato como quien le vota.
Debemos tener conciencia de que el día de cambiar, de apostar por el futuro y trazar el camino al progreso es el día para votar, y no después. (O)
