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El Telégrafo
Tatiana Hidrovo Quiñónez

Violencia en Esmeraldas

29 de marzo de 2018 - 00:00

Después del asesinato de Eloy Alfaro promovido por los grupos burgueses y terratenientes, las guerrillas nutridas por campesinos y organizadas por radicales, fueron apagadas. La deuda con los campesinos no había sido pagada, sin embargo, la Revolución Radical estableció las condiciones para la formación de segmentos medios que jugarían de ahí en adelante un papel determinante en la historia nacional.

En ese sentido, la mayor paradoja del radicalismo fue el uso de la fuerza durante todo el siglo XIX, para lograr condiciones políticas que permitieran a los segmentos urbano-populares organizados moverse constantemente en las ciudades, contrapesando a la oligarquía.

En Colombia la historia fue distinta. El proyecto radical fue barrido en la Guerra de los Mil Días que se produjo entre 1899-1902, lo que permitió la consolidación de una oligarquía, cuyo poder se basó en la concentración de las tierras cafetaleras. De haber triunfado el radicalismo, se habría generado la movilidad social necesaria para compensar a la sociedad rural.

Después de 1930 se crearon nuevas condiciones que derivaron finalmente en lo que todos conocemos, una historia de violencia en la que participaron el Estado, los grupos campesinos de defensa que aspiraban a una revolución social, los grupos paramilitares y los grupos que se aliaron a organizaciones productoras y comercializadoras de estupefacientes, colocándose en lo que se llama la esfera del capitalismo irregular.

En la mayor parte de los casos, la historia de la violencia armada organizada está ligada a las zonas rurales, las áreas de frontera, a la pobreza y procesos de persecución a los hombres considerados “fuera de la ley”. Pero existe -además- otra causa sustancial, que a menudo olvidamos: la venta de armas.

Según Noam Chomsky, intelectual norteamericano, en 1999 Estados Unidos convirtió a Colombia en el primer destino de la ayuda militar, que pasó de $ 50 millones a $ 290 millones, promoviendo la compra de armas y el desplazamiento de 2,7 millones de personas a causa de la violencia.  

Ecuador debe evitar que las causas histórico-sociales que promovieron la violencia en Colombia se reproduzcan en nuestro territorio, y de manera paralela y firme, actuar en conjunto con Colombia y la región latinoamericana, para impedir el desarrollo del negocio de las armas, que sabemos de dónde vienen.

Esmeraldas, pedazo de patria, te queremos en paz. (O)

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