Hola. Soy Ignacio y ayer me mataron… aquí en prisión. Este, amigos, aunque es un relato de ficción, puede tener cercanía o no con eventos recientes.
Caí detenido hace dos meses porque me encontraron quince gramos de marihuana, que era de consumo personal. Me dictaron sentencia de 180 días.
Y aquí estuve, encerrado por semanas, pensando en cómo puede haber personas que le deseen la cárcel a otros, si esto es lo peor que existe. Esta, en específico, es la peor… como todas las demás. Aquí, apretados y aunque algunos puedan salir con grilletes electrónicos, esos de los que a veces fallan, seguimos apretados y cada día entran más reos.
No tenemos privilegios, tal vez algunos sí. Otros compañeros PACL (personas en conflicto con la ley), tienen incluso enfermedades que pueden ser contagiosas y a veces no hay ni medicina en la farmacia. Yo iba a pedir que me cambiaran de celda, pero justo ayer me asesinaron.
¿Saben? Lo que sucede adentro, se queda dentro. Nadie ingresa, ni los medios de comunicación. No se sabe a ciencia cierta nada de lo que pasa aquí. Por eso si uno es asesinado u otro se enferma, poco importa. Nadie hace #hashtags en redes sociales por nosotros.
Las cárceles no son un reflejo de la sociedad, como suelen expresar, sino un reflejo de las buenas o malas políticas de desarrollo económico y social de los Estados. Acá uno viene a rehabilitarse, no a verse las caras entre “lo peor que da la sociedad” y a aprender nuevas mañas.
Porque la sociedad no se crea a sí misma sin institucionalidad. Si hubiera que decir que la cárcel es algún reflejo, es la de un sistema institucional corrupto que promueve desigualdades y brechas entre nosotros. Y aquí adentro lo que se vive es la corrupción de las instituciones cuyo reflejo es una inadecuada rehabilitación.
La verdad de la cárcel es que priva de la libertad, pero no debe privarnos de dignidad, ni de la sexualidad, ni de seguridad, ni de humanidad, ni de la salud, ni de la familia… peor de la vida.
¿Quién responde por nosotros? (O)
