La oligarquía y sus voceros hacen escándalos por todo. Con fines politiqueros no dejan pasar uno de los aspectos secundarios, respecto a los quehaceres públicos y la gestión del Gobierno y los gestos y reacciones del Presidente. Aun en eso son sectarios; por ejemplo, se lamentan y tergiversan sobre lo que ellos llaman el ‘yucazo’ del muchachón alzado; en cambio, ocultan o minimizan las palizas y abusos que a diario cometen contra los vendedores ambulantes malos elementos -que al parecer abundan- de la Policía Municipal; o la captura de la anciana que la llevaron en el balde de una camioneta con la mano aprisionada con el vidrio de una puerta; la pateada en el suelo a jóvenes al pie del Municipio, por esa misma gendarmería convertida en fuerza de choque.
Están en el escándalo mediático. Es una forma de reacción, y en buena hora, ante los desmentidos oficiales que en cada ocasión se dan frente a la noticia sesgada e incompleta, a la mentira que busca hacer daño al Gobierno, utilizando columnistas, periodiqueros y afiebrados caricaturistas.
No se les ha leído ni escuchado una palabra de reconocimiento de su obra en vialidad, salud, educación, petróleo, hidroelectricidad. No han dicho pío sobre procesos de modernización en el pesado aparato burocrático del Estado; por ejemplo, en el Registro Civil y atención sensiblemente mejorada a la ciudadanía en hospitales y centros educativos. Jamás han reconocido como positiva la multiplicación de escuelas y colegios modernos en barrios populares, o los hospitales de 400 camas que se construyen en Monte Sinaí y el Guasmo. Ignoran que el Parque Samanes (800 hectáreas) en Guayaquil, construido por el Gobierno, es un verdadero centro de recreación para cientos de miles de habitantes y uno de los más grandes y modernos de América del Sur.
Se hacen de la vista gorda por las tareas de la recuperación de los espacios verdes, descontaminación de los ríos y esteros, de lo cual son responsables históricos. En cambio, mienten sobre la explotación del 1% al Yasuní para financiar obra social. Tampoco sobre los planes de arborización, impulso al turismo y créditos para vivienda social. En el fondo, su lloriqueo es por la gestión de la Revolución Ciudadana (RC) en beneficio del pueblo, de la naturaleza, de los grandes objetivos y soberanía de la patria; les duele que se maneje la economía con dignidad y autonomía, al margen del FMI, banqueros y grandes comerciantes importadores.
Que la banca sea controlada y no se repita la acción corrupta de la ‘sucretización’, el ‘salvataje’ bancario, de la partidocracia; que el presupuesto no esté al servicio de los chulqueros, que se haya recuperado de manos de las transnacionales el petróleo; frenado, en buena medida, la evasión tributaria y el contrabando; que la democracia participativa se desarrolle (11 elecciones y consultas); claro, no perdonan que en todas se los haya derrotado y ahora se tenga una Constitución que reconoce a plenitud los derechos y libertades, el carácter pluricultural y multiétnico de la nación; es decir, todo lo que ellos negaban, ya que en su práctica estaban la represión, carcelazos, torturas y muertes individuales y en masa.
Por ello, solo cabe una respuesta: avanzar con firmeza, redoblar y mejorar la organización política, mejorar la socialización de la obra pública y alcances de la política económica y social; y ejecutar la agenda inmediata, en la cual destacan la Revolución Agraria y la del trabajo, ya iniciada, lo que frenará la restauración y agresión conservadora, que persigue el objetivo de desacreditar, desestabilizar y liquidar la RC. (O)
