El éxodo creciente de hermanos venezolanos es la mala noticia del momento, problemática que nos toca cercanamente porque uno de los países de paso o de destino es Ecuador, que como el resto de nuestro entorno no está preparado para afrontarla.
Presenciamos crisis humanitaria y política dantescas, la causa: Venezuela cambió mucho en los últimos 19 años, tocó fondo, ya no ofrece condiciones aptas para que, sobre todo, los más pobres vivan y alcancen sus sueños en democracia. Los derechos humanos y la capacidad de actuación de los vecinos de la región están en entredicho.
Quienes dejan su país lo hacen forzados por la realidad, desean quedarse, pero no soportan más enfermedad, desempleo, abuso, escasez, inseguridad, muerte. Es una problemática de alcance internacional que, como tal, merece respuesta de similar calibre. La masiva emigración devela que la crisis recrudece, que el modelo del socialismo del siglo XXI y la revolución bolivariana fracasaron, junto con políticos repelentes e irresponsables, como Maduro. Los revolucionarios “llaneros” exportan su deuda con el pueblo y se quedan sin base social, aunque se supone que a ella debieron servir con prioridad.
Apremia concretar acuerdos y ejecutar acciones internacionales consistentes, para, por un lado, garantizar derechos de los migrantes, y por otro, exigir la vuelta de Venezuela a la vida democrática. Por esto es positiva la propuesta del Gobierno y la Cancillería al convocar una reunión de cancilleres para el mes próximo.
Sin embargo, debe evitarse la adopción de toda medida que ponga en mayor riesgo a quienes se han expatriado, su situación solo debe mejorar, este es un parámetro real para la actuación pública y ciudadana; esas personas merecen solidaridad, sin discriminación ni hostilidad. En todo espacio y en la máxima medida posible tenemos que hacer honor al título de Estado Constitucional de Derechos y Justicia legado por nuestro último proceso constituyente. (O)
