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El Telégrafo

Una utopía igualitaria

01 de septiembre de 2011 - 00:00

Tomás Moro fue un notable humanista con un espíritu profundamente religioso y mártir de la Iglesia Católica. En su vida pública, se desempeñó como consejero del rey Enrique VIII desde 1518 y canciller de Inglaterra en 1529. Su obra La Utopía, se publicó en Lovaina en el año 1516, en ella describe un Estado ideal de tipo platónico donde, al hilo de una crítica de la situación social de la Gran Bretaña de su época, introdujo los postulados del socialismo económico, cuyo fundamento religioso no impedía la predicación de la tolerancia contra toda persecución por motivos de creencias. En su análisis, muestra los defectos de la organización social en sus tiempos, el excesivo número de nobles, “zánganos ociosos que se alimentan del sudor y del trabajo de los demás” y de monjes mendicantes, “segundo tipo de parásitos”. Propugnaba la virtud como fundamento de la moralidad del Estado y la sustitución de la servidumbre económica por una rigurosa distribución del trabajo que permitiera el ocio para el perfeccionamiento moral e intelectual. Sostenía también que el Estado no debía ser la expresión de los intereses de la clase dominante. Manifestaba que: “Una sociedad justa supone un fundamento totalmente diferente: allí donde la propiedad sea un derecho individual, allí donde las cosas se midan por el dinero, no se podrá nunca organizar la justicia y la prosperidad sociales”. Por consiguiente, el modelo político de la utopía será un régimen socialista.

Acotaba, además, que los utopistas no deben vacilar, por el bien de la humanidad, en hacer la guerra para liberar a sus pueblos de la opresión tiránica. Su régimen pacífico en un principio, está dotado de una especie de expansionismo ideológico, legítimo porque cree en su superioridad. La generosidad esencialmente moral del humanismo cristiano se convierte, con este autor, en política y social. La Utopía, ampliamente traducida, tuvo un gran éxito en el siglo XVI. Por ejemplo, hubo administradores y prelados españoles –como Vasco de Quiroga– que intentaron realizar en Méjico, durante la conquista, la utopía o que, al menos, se inspiraron en ella para su labor organizadora.

El idealismo humanista solo parcialmente pudo humanizar la colonización de nuestra América y no dejó de estimular, en la vida intelectual de Europa, el pensamiento político y religioso, muy vinculados entre sí. Para concluir con este pequeño esbozo de la doctrina humanista de izquierda de Santo Tomás Moro, ¿no creen ustedes que no es utópico pensar en construir en el Ecuador una sociedad más justa y solidaria, en la que haya igualdad de derechos y oportunidades para todos sus ciudadanos. Entonces, compatriotas, sigamos ayudando a nuestro gobierno a continuar edificando una sociedad igualitaria, humanista y socialista para consolidar el buen vivir de nuestro pueblo.

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