En más de una ocasión hemos escuchado distintas voces referirse a la necesidad de hacer un pacto político aquí en el Ecuador, como el célebre Pacto de la Moncloa suscrito en España en 1977. Ese acuerdo firmado en la casa de gobierno, el Palacio de la Moncloa, incluyó a todas las fuerzas políticas territoriales del momento. Partidos antagónicos que se sentaron en la mesa para comprometerse en una hoja de ruta que sacara a España de la grave crisis que atravesaba. El objetivo era la modernización de España, definir la política económica y algunas medidas específicas que le permitiría al país posteriormente ingresar a la Unión Europea.
Pero el pacto de la Moncloa, fue mucho más que acuerdos sobre políticas públicas. España, salía de 36 año de dictadura del General Francisco Franco, lo que generó una sociedad sometida, perseguida, pobre y se incrementó la violencia y las células terroristas en el país. Específicamente la ETA, el grupo independista del País Vasco que secuestró, asesinó y aterrorizó a políticos y ciudadanos comunes.
El Pacto de la Moncloa supuso un pacto de convivencia donde se defendía por sobre todo el modelo democrático. Después de décadas de sufrimiento la sociedad española estaba de acuerdo en que defendía valores como la libertad, la justicia, el progreso, la unidad. Y durante esa transición, que ha permitido 40 años de estabilidad social y política, se perdonó mucho. El perdón, no implica olvido ni impunidad, pero sí aceptar las diferencias para construir con ilusión el futuro.
En El Ecuador no vivimos una situación como la española durante el franquismo. Nuestra historia tiene nuestras propias costuras. El correísmo supuso un quiebre social, económico y moral de la ciudadanía ecuatoriana. Entre los escombros hoy nos levantamos con un nuevo gobierno que tiene desafíos gigantes para gobernar. En primer lugar, la crisis sanitaria sin precedente que además de cobrar vidas evidencia las diferencias económicas y de valores que tenemos la ciudadanía para enfrentar esta crisis; en segundo lugar, la urgencia de un plan de rescate económico que permita también salvar vidas y finalmente, pero más graves que las anteriores, la crisis de valores de convivencia y de ciudadanía.
Es probable que lo ocurrido en las primeras sesiones de instalación de la Asamblea Nacional y designación de autoridades del órgano legislativo, sea el inicio de una hoja de ruta y reconstrucción del Estado ecuatoriano. Los acuerdos políticos que se evidenciaron muestran el nuevo camino que quiere perseguir el país. No aspiro a que estos acuerdos duren 40 años, pero al menos una legislatura que nos permita hacer un frente contra la corrupción y la mafia, que queden excluidos del sistema democrático quienes violentan la ley.
España podría estar ante un nuevo escenario de renovación de acuerdos, en que se declaren nuevos principios incluyendo a las incipientes fuerzas políticas frente al desafío separatista.
Así es como se vive en democracia.
