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El Telégrafo
Rosalía Arteaga Serrano

Un gran catalizador

06 de octubre de 2020 - 00:00

Si bien en algunos artículos, charlas y conferencias y por las diferentes alusiones hechas inclusive a través de organizaciones internacionales, hemos hablado de las dificultades que la pandemia ha traído a la educación y al sistema educativo en general, queremos enfocar ahora este comentario al gran desafío y oportunidades que la pandemia trae para la educación.

El necesario aislamiento y lo que esto trae consigo, ha hecho que lo online se imponga, que la educación a distancia sea un imperativo, que de manera indudable trae una serie de retos y complicaciones, dadas sobre todo por la falta de conectividad, de aparatos adecuados en todas las manos y hasta de preparación por parte de los docentes, sin embargo, los esfuerzos que se están haciendo en los diferentes países, van a tener que rendir frutos.

Estos esfuerzos deben dirigirse de manera prioritaria a la inclusión de todos los niños y jóvenes a través de la conectividad y de la entrega de dispositivos a todas las familias, a cada niño y joven en edad escolar.

Los otros esfuerzos, de manera paralela deben ser enfocados en la capacitación de los maestros, tanto en el uso de las plataformas digitales como en técnicas, estrategias, pedagogía, que vuelvan atractivas y dinámicas a las clases online.

Y allí estriba mi optimismo, en pensar que entre los docentes hay gente con mística y con ganas de hacer las cosas, de transformar los sistemas, de crear estrategias que hagan que los niños y jóvenes aprovechen su tiempo, abran sus mentes, sean más creativos, utilizando las tecnologías, pero sobre todo sus cerebros.

De ahí que el covid-19, con todas sus secuelas puede ser ese gran catalizador del cambio, aprovechar esta durísima coyuntura para que la tecnología sea puesta al servicio de la humanidad, no solo de ciertos países o sectores privilegiados, sino de todo el universo de estudiantes y de sus familias, para conseguir la inclusión y la calidad como denominadores comunes de lo que debe ser una nueva educación.

Debemos apuntar a la creación de modelos educativos autónomos, con un mínimo exigible a todos, pero con la libertad para crear, para diseñar, para innovar, que difieran de la antigua normalización, adocenamiento de una población que no se decanta por la innovación, indispensable en un mundo en el que las máquinas, la robótica, la inteligencia artificial se expanden rápidamente, pero que siempre deben dejar el espacio preponderante para que los valores y las actitudes humanas marquen la diferencia y el rumbo.

Debemos aprovechar los retos, hacer que la crisis se decante en oportunidades y utilizar este desastre mundial como una posibilidad real de hacer los cambios que el sistema educativo y el planeta requieren. (O)

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