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El Telégrafo
Antonio Quezada Pavón

Un crimen sin nombre

29 de marzo de 2018 - 00:00

Setecientos cuarenta y seis contratos por cerca de $ 2.200 millones, repartidos cerradamente en unos treinta proveedores del país e internacionales que cubren el 90% de ese despilfarro, en no más de 200 contratos, es el resultado del más horrendo crimen que le pudieron hacer a la nación en la llamada repotenciación de la Refinería Estatal de Esmeraldas (REE); obra que se entregó en el Gobierno anterior el 17 de diciembre de 2015.

LA REE inició operaciones en marzo de 1977 (ya tiene 41 años de funcionamiento) y a pesar de que fue diseñada por una gran empresa como Universal Oil Products (UOP) y construida por un consorcio japonés, Sumitomo-Chiyoda, había desconfianza de que la capacidad y habilidad ecuatorianas estuvieran listas en esa época para encarar semejante proyecto.

Y estábamos en plena dictadura militar del general Rodríguez Lara, que en su gobierno nacionalista y revolucionario (¿les suena familiar ese nombre?) auspició por razones estratégicas militares la localización de esta refinería en la provincia de Esmeraldas, una de las más atrasadas del país, considerando que su construcción en esa ciudad serviría de polo de desarrollo.

Normalmente las refinerías están cercanas a los grandes centros de consumo de combustibles (hubiera sido en Quito, Guayaquil o en la península de Santa Elena) o en los centros geográficos de distribución (Santo Domingo de los Tsáchilas), pero se buscó el lugar en donde terminaba el Sistema de Oleoducto Transecuatoriano (SOTE) para el transporte y la exportación del crudo de petróleo.

Y lo que hubiera sido una simple obra complementaria de poliductos de corta extensión para distribuir sus productos, demandó de largas y cuantiosas obras de tanques y ductos, a los cuales se oponían normalmente los que se beneficiaban del transporte marítimo y terrestre de combustibles y derivados. Pero lo más crítico fue que su localización causó varios cambios en la tecnología y requirió frecuentes ampliaciones y rehabilitaciones en estas cuatro décadas.

Hasta que llegamos al último y degradante trabajo de repotenciación de 2015, hecho sin ningún concepto técnico. Y como lo dice Carlos Tejada, gerente de Petroecuador y uno de los más valiosos profesionales en refinación de petróleo del país: “‘Capaya’ y su gente hicieron una ingeniería de pacotilla”.

El pueblo ecuatoriano va a tener que pagar los errores y horrores de estos corruptos, pues dudo que podamos mantener los subsidios a los combustibles. Cada parada de la refinería obliga a importar costosos combustibles; y ahora no estamos en condiciones de mantener ese esquema. (O)

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