Ecuador, 18 de Abril de 2024
Ecuador Continental: 12:34
Ecuador Insular: 11:34
El Telégrafo
Sebastián Vallejo

Tzedaká

04 de julio de 2014 - 00:00

A estas alturas, profetizar que el fin de los tiempos llegará el día en que exista la paz en Medio Oriente suena, cada vez más, a sarcasmo teológico que a conjetura evangélica. Y en el proceso se ha construido un discurso occidental civilizador sobre la calidad de ciudadanos que pretendemos crear en todo aquello que no se adapta al paradigma de lo americano.

La complejidad de las relaciones en Medio Oriente confabula con la superficialidad, o completa ignorancia, con la que se aborda el conflicto, que termina jugando a favor de Occidente. Al igual que en casos similares en nuestra región, el análisis distante de una guerra histórica, como la que existe entre Israel con Palestina, no termina de entender las motivaciones. Esa imagen del musulmán terrorista ha acabado con mucha de la empatía mundial por la causa palestina. La causa israelí ha tenido detractores históricos. Pero en el gran esquema, los que son capaces de construir las murallas, los que pueden responder a piedras con balas, tienen, por lo general, las de ganar.

Y esto viene acompañado de la construcción de ciudadanos de segundo orden. Hace un par de semanas iniciaron las investigaciones para encontrar a los culpables del asesinato de tres jóvenes israelíes que fueron secuestrados por lo que parecía una célula independiente de Hamás. La reacción evidente y lógica es la investigación. La desproporcionalidad es, sin embargo, abrumadora. Más de 400 palestinos detenidos. 6 muertos. El inicio de un movimiento israelí pro-tomemos-la-venganza-en-nuestras-propias-manos, que terminó con un joven palestino de Jerusalén quemado. Los misiles israelíes al pedazo de tierra con mayor densidad poblacional del planeta. La idea de un ejército israelí que únicamente reacciona a las agresiones, como si la historia volviera a comenzar cada vez que son atacados.

No es una apología por Hamás o la agresividad de cierto sector palestino, cuya reacción violenta, al igual que la israelí, es injustificada. Es una elegía por los caídos y por los que caerán y por la idea de bondad como esencia primaria del ser humano.

Los que hemos apoyado como abogados del diablo la causa judía no podemos dejar de preguntarnos en qué momento Netanyahu convirtió en el leitmotiv israelí desaparecer de manera miserable a un pueblo ocupado. ¿En qué momento se perdió esa onza de empatía por el ser humano, la memoria histórica de lo que es vivir ocupado? ¿En qué momento se desvarió la idea judaica de justicia social? ¿En dónde quedó la tzedaká?

Contenido externo patrocinado

Ecuador TV

En vivo

Pública FM

Noticias relacionadas

Social media