Donald Trump es un chiste. Es un mal chiste político sobre el estado de las cosas en un campo que se ha vuelto hipercompetitivo, quirúrgico y calculador. Es la antítesis del político, y esto no es un halago. Es la antítesis del político en tanto voluntariamente hace de su campaña política un circo, donde él es el domador y también el payaso (aunque es un político más en cuanto quiere ser electo presidente). Este un tipo que tiene ocho años asegurando que el presidente Obama es keniano, o por lo menos que cambió su partida de nacimiento para recibir ayuda financiera y costear sus estudios universitarios. También ha abogado en contra de las vacunas, a favor del calentamiento global (el año anterior hizo demasiado frío en Nueva York para Trump) y llamó a hacer una revolución cuando Obama ganó las elecciones. La revolución, obviamente, no es lo que ustedes piensan que es una revolución.
Trump, al final del día, es el Self Made Man americano. El sueño americano encarnado en los instintos más bajos de lo que se puede hacer en Estados Unidos cuando se tiene suficiente dinero; entre otras cosas, llevar a la quiebra a su compañía en más de una ocasión y, a pesar de todo, tener una fortuna entre 4 mil y 8 mil millones de dólares (según quién calcule la cifra, la más alta calculada por Trump). Y todo esto debe valer algo, porque decidió lanzarse como candidato a presidente de Estados Unidos por el partido Republicano, y, muy a mi pesar, le podría ir peor.
Es decir, después de asegurar en una rueda de prensa que los migrantes mexicanos “traen drogas, traen el crimen, son violadores”, después de que Univisión botara a Miss Universo (de Trump), después de que NBC cortara sus relaciones con él, después de que Macy’s dejara de vender su línea de ropa, y después de que Carlos Slim dijera que Trump es su empleado, Donald Trump está ahora segundo en las encuestas detrás de Jeb Bush. La ‘sabiduría popular’ a veces asusta.
(Su campaña, a pesar de todo, debe resonar mucho con el americano blanco promedio del centro del país. Habla de la muerte del sueño americano y la necesidad de un líder fuerte, orientado… la necesidad de un businessman. Tanto así que cuando Macy’s anunció su decisión de retirar su línea de ropa, él dijo nunca estar contento sabiendo que sus corbatas y camisas eran hechas en China. El descontento, sin embargo, no fue lo suficiente para que él termine sus negocios con Macy’s voluntariamente.)
El problema, al parecer, es que no importa. Mientras haya dinero, no importa. México decidió retirar su concursante a Miss Universo. Ecuador lamentó las declaraciones, pero mantendrá las relaciones con Miss Universo. Según Aguayo, directora de la Organización Miss Ecuador, las relaciones con Miss Universo siempre fueron de respeto hacia el país. Lo que Aguayo no entiende es que cuando Trump dice mexicano se refiere a cualquier mestizo con acento. Para él es mexicano tanto la mujer del DF que trabaja en los campos de lechuga, como la mujer azuaya que cuida niños en Queens.
Pero no importa. Hay una porción de votantes estadounidenses a los que no les importa. Hay una organización a la que no le importa, incluso cuando el menosprecio y la discriminación también los alude. No importa. Hay dinero. (O)
