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El Telégrafo

Transgénicos, ciencia y cultura

04 de noviembre de 2012 - 00:00

La genética y la transgénesis son el producto del progreso de la ciencia de las evidencias. La ciencia ha cortado la realidad en partes para su análisis y explicación. La cultura occidental ha venerado esta ciencia analítica e incluso la considera como única fuente del conocimiento.

Aún sabemos poco sobre el macro y el microcosmos, e incluso poco sobre el cuerpo humano material, nuestra herencia animal. Aún queda una enorme lista de incógnitas sobre el mismo, y entre ellas, la de enfermedades cuyas causas no se conocen, y por ende tampoco su tratamiento. Solo al mercado de fármacos y equipos le interesa dar la imagen de una ciencia todopoderosa que lo sabe todo y puede resolverlo todo.

Las ciencias físicas y biológicas han progresado, pero solo las ciencias sociales explican el poder de quienes utilizaron aquellas con diversos fines, incluyendo los de la guerra. No se puede pedir un análisis científico de las verdades fragmentadas hasta lo micro cuando la realidad es integral e incluye lo físico, biológico, cultural y social.

No se puede entender la genética y la transgénesis de manera aislada. Debe considerarse el papel de la tecnología como productora de mercancías y entender el objetivo de los monocultivos para beneficio de las grandes empresas.   No se debe fraccionar la realidad. Los eventuales riesgos de la transgénesis de los alimentos tiene implícito el principio de precaución.

Hoy se entiende mejor el enfoque del pensamiento complejo de Edgar Morin como integrador de los diversos niveles del conocimiento, y la ciencia posnormal de Funtowicz como participación de expertos analíticos y sabiduría comunitaria integradora.

La cultura ancestral ya lo expresaba cuando aseguraba que “todo tiene que ver con todo”. No es posible referirse solo a las ciencias físicas o biológicas cuando se analiza la transgénesis de los alimentos, sin considerar las relaciones políticas, sociales y económicas en nuestras sociedades.

Es muy plausible el planteamiento de que debemos tener investigación propia, sobre todo en estos tiempos en que en Ecuador aquello parece posible. Es un sueño hecho realidad que podamos estudiar y tomar posiciones con nuestro propio criterio.

Por esto mismo debemos reconocer que hay un poder político, económico y social detrás de la ciencia, que no se lo puede dejar de lado. En el debate están los conocimientos de cada campo, pero también debe estar un pensamiento abierto, amigable, integrador y soberano, para comprender todas las interrelaciones.

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