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El Telégrafo
José Velásquez

Tiempo perdido

16 de diciembre de 2019 - 00:00

Le pregunté esta semana a un colega recién llegado de China qué es lo que más extraña de su país. Largó un suspiro desmayado y me dijo con tristeza: “tomarme un descanso”. Claro, adaptarse a una nueva cultura supone trabajar sin tregua.

Nos quejamos de la falta de recursos, pero nos pasamos la vida malgastando ese patrimonio que nos permite crecer y que todos tenemos: el tiempo. ¿Cuántas horas del día desperdiciamos en el celular y las redes sociales? Mientras tanto, ¿cuántos libros en promedio leemos en Ecuador en un año? Con todos los minutos perdidos en Facebook y Twitter bien podríamos ser más saludables o competitivos. ¿Cuánta gente hace labor de voluntariado? ¿Cuántos idiomas hablas?

Perder tiempo, y por lo tanto oportunidades, no es solo un acto de boicot absurdamente deliberado. El sistema también nos retrasa con situaciones como el tráfico o un deficiente transporte público. Nos roban a diario horas de productividad y afecto.

El reporte de Clima de Negocios, que difunde cada año la Corporación Financiera Internacional, afirma que emprender un negocio en Ecuador demanda en promedio más de mes y medio en papeleos y permisos. Vuelva mañana, se cayó el sistema, tiene que hacer otra fila, le falta un sello: tiempo perdido.

En la época de la colonia la economía de Ecuador dependía de la exportación de materias primas. En el siglo 21 seguimos sobreviviendo de la venta de productos que dan la tierra o el agua (petróleo, camarón, atún, rosas, etc.). Con una industrialización aún incipiente, seguimos siendo una economía primaria que celebra la exportación de uvillas a Estados Unidos.

Hemos perdido al menos un siglo con un modelo agotado en el pasado. Por eso en el mapa exportador, Ecuador pesa lo mismo que Libia y Azerbaiyán, con la diferencia que estos países han sido azotados por conflictos.

Ni qué decir de la política pendular o del eterno secuestro del Legislativo al Ejecutivo que ha condicionado planes y ha obligado a varios gobiernos a improvisar. Mención especial para todos los abanderados de los paros que han impuesto su voluntad por la fuerza sumando tropiezos a nuestro andar.

Y así regreso a mi amigo chino, quien elige trabajar sin descanso hoy porque el sentido de responsabilidad lo supera. Ya pronto habrá tiempo para ponerse al día con la almohada y disfrutar de la familia. Atesorar el tiempo lo enriquece. (O)

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