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El Telégrafo
Ximena Ortiz Crespo

Tiempo de retribuir

12 de diciembre de 2020 - 00:00

Estamos con la preocupación de qué vamos a hacer el 24 de diciembre. Aún no lo hemos decidido. En años pasados esta época nos tenía ocupadísimos en planificar que la Navidad fuera alegre, divertida, llena de intercambios, bazares, compra de golosinas, visitas a los nacimientos. Las personas más laboriosas inclusive hacían su propias artesanías o dulces para regalar.

El descanso de fin de año estuvo siempre diseñado para recobrar fuerzas para el siguiente año. En Quito, al menos, era proverbial un diciembre en que era imposible hacer trámites, pues celebrábamos el mes entero. Primero las fiestas de la ciudad, inmediatamente el adviento, la novena, los villancicos, la nochebuena y la nochevieja. ¡Qué lejos estamos de ello ahora! No podremos hacer ni la décima parte de lo que hacíamos hace un año. Inclusive porque, además de estar encerrados, no tendremos el dinero para organizar los festejos.

Estamos desconcertados. No sabemos si vamos a celebrar estas fiestas pero nos rehusamos a rendirnos a la realidad. Sabemos que lo mejor es quedarnos en casa y disfrutar de un tiempo diferente de recogimiento, pero nos resistimos. Solo poniendo todo de nuestra parte lograremos quitar de nuestra mente la ansiedad que nos produce no estar con nuestros seres queridos, dar regalos a los más chiquitos, compartir la cena, darnos abrazos. No es realista que hagamos esfuerzos que van más allá de nuestra capacidad, ni añoremos actividades y adquisiciones que requieren que nos pongamos cerca, mientras todas las autoridades sanitarias advierten una y otra vez que este año nos es imposible celebrar la Navidad como solíamos.

Sin embargo, debemos sintonizar nuestro espíritu con el verdadero espíritu de Navidad. Una época del año que nos invita a agradecer por tener salud, por tener un techo sobre nuestras cabezas y un pan en la mesa. Una época que evoca alegría y generosidad.  Una época de sanación espiritual. Superemos nuestra saudade y entremos de lleno a contagiarnos de la época de esperanza que significa el Adviento. Llevemos lo mejor de nuestro espíritu a agradecer lo que tenemos y a compartir. Miles de ecuatorianos pobres no saben si mañana tendrán pan en sus mesas. 

Pongámonos en los zapatos de la gente que vive una situación desesperada. Aportando lo que podamos podremos tranquilizar nuestro corazón inquieto. Hagamos que la gente desprotegida sienta que pertenece a una sociedad que la tiene en cuenta. Que los tiene presentes. Nuestra vocación es proteger a nuestro prójimo, deseemos que salgan adelante, que consigan trabajo, que sus hijos puedan ir a la universidad. Que pronto seamos una sociedad equitativa porque cuidamos los unos de los otros.

En una sociedad como en la que vivimos, en donde hay tanta diferencia social, en donde la mayoría de familias está experimentando una pobreza devastadora, en donde miles de niños requieren de nuestra generosidad, aportemos, sirvamos y compartamos nuestro pan. Con Chimborazo, por ejemplo, donde se concentra una gran parte de la población pobre e indígena. Nuestra contribución a través de la página de Facebook de Cáritas Riobamba paliará en algo la situación. Un año extraordinario necesita soluciones extraordinarias. (O)

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