Se siente como pesado el ambiente, trastornado, con mucha gente intentando acomodarse. Muchos deberán abandonar sus puestos, porque el Consejo de Participación Ciudadana transitorio pronto le bajará el dedo a funcionarios que se han creído muy poderosos, que jamás calcularon que esta institucionalidad de ocasión los dejaría ‘lluchiticos’.
Dentro del mogollón que deberá irse hay unos que hacen méritos intentando quedarse, aflora su lado más pequeño, ese que intenta borrar todo vestigio de compromisos pasados. Están en el peor lugar, acosados por los unos y por los otros, la derecha los mira con enorme sospecha, son muy ‘correístas’; la izquierda hoy los desprecia porque sus principios resultaron demasiado ‘líquidos’, amoldables a cualquier forma de recipiente. Pero lo más penoso es verlos apurados, sin embargo muy arregladitos, a órdenes del nuevo poder, tan eficientes, solícitos, ejecutivos, tan dispuestos y, al mismo tiempo, tan vulnerables.
Ciertamente ha sido sorpresivo el comportamiento de buena parte de ellos, no usaré el término traición porque es muy fuerte y porque la traición a los principios es mucho más compleja, tiene que ver con la historia y sus múltiples perspectivas, pero sí que sorprende su enorme variedad de recursos, sobresale la colección de camisetas. Pero de todas maneras su suerte parece echada y en medio de la desesperación sus comportamientos aparecen erráticos.
En la Fiscalía, los dimes y diretes llegaron más temprano que tarde, y las acusaciones le están haciendo mucho daño a esa institución que ya venía tocada. Fiscal fiscalizado acorrala a su fiscalizadora, así de enredada, como trabalenguas, se ve la cuestión. La gran experiencia burocrática, que te permite reconocer todos los recovecos del poder, te configura, hasta quizá sin reparar en ello, con dosis importantes de cinismo vulgar, tan lejos de aquella postura filosófica que abrazaba primero la austeridad, alejada de las banalidades del mundo y la banalidad primera: el mismísimo poder.
En la Asamblea, las mayorías móviles han vuelto, desprovistas de ideas y principios, con nuevas combinaciones de colores que a muchos fascina, con preferencia por las tonalidades pasteles: el verde agüita viene bien con el palo de rosa, y de fondo, el nuevo lienzo que admite todos los brochazos es blanco, eso sí, repleto de amor y paz.
La política es también provocación y ruptura, más cuando el escenario es tan desigual y lleno de injusticias. Los colores fueron siempre fuertes, definidos, intensos. Es complejo el panorama porque los espacios se cierran y muchos deambulan como escapados de The Walking Dead. (O)
