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El Telégrafo
Christian Gallo Molina

Sueño y tiempo

15 de agosto de 2021 - 23:28

«Y no quiero llantos. La muerte hay que mirarla cara a cara.». Con esta frase concluye el tercer acto de “La casa de Bernarda Alba”, obra del genio granadino, Federico García Lorca, de quien, este 18 de agosto, se conmemora un aniversario más de su atroz asesinato a manos del franquismo.

García Lorca, representa como pocos la inmortalidad del pensamiento y el arte ante la brutalidad propia del poder y la muerte. Si bien en sus primeros años se decantó por el estudio de la música, presionado por su familia, se matriculó en la Universidad de Granada donde realizó sus estudios en Filosofía y Letras. Ya ahí, descubrió en las letras su segunda vocación, misma que le permitió acceder a círculos intelectuales en los cuales tuvo la fortuna de coincidir y compartir con figuras como Alberti, Buñuel y Dalí.

Poeta consagrado, dramaturgo y prosista, sus obras se vieron constantemente nutridas gracias a sus viajes, tanto a lo largo de España como al exterior. Durante la Segunda República Española, fue co-director del grupo teatral universitario “La Barraca”, a través del cual, además de representar obras clásicas, realizó también una labor educativo-pedagógica a lo largo de España. Empezó a ser criticado por la extrema derecha española debido a su orientación sexual, así como por su ideología política, no obstante, se mantuvo como un incólume defensor de la democracia y de las causas sociales.

Con el lento ascenso del terror franquista y cerca del estallido de la infame guerra civil, fue señalado como enemigo público por diversos sectores ultraconservadores. Sin embargo, a diferencia de otros personajes de la época, permaneció en territorio español donde fue apresado el 16 de agosto de 1936 por la guardia civil sublevada y fusilado dos días después «por socialista, masón y homosexual».

Sin embargo, tal como diría Antonio Machado en aquellos célebres versos de “Una España joven”: «El hoy es malo, pero el mañana… es mío». Aún cuando tardó, el tiempo llevó a su final a un período infame y tanto historia como memoria, evitaron que la figura y el pensamiento de García Lorca fuesen condenados a la oscuridad a la que la ignominia y la villanía del totalitarismo pretendieron llevar.

Venceréis, pero no convenceréis, Unamuno dixit. A los 85 años de la muerte de García Lorca, la tarasca del totalitarismo y la extrema derecha abre nuevamente sus fauces y ahora apunta a América Latina. Vestidos de movimientos políticos que pregonan “libertad” pero que no dudan en blanquear a la infamia, la tiranía y el fascismo, pretenden llegar a los otrora “territorios de ultramar” a través de conceptos inicuos y políticos serviles.

Hoy, cuando pululan movimientos y figuras políticas que pretenden, so pretexto de “declaraciones de principios”, tender puentes a la intolerancia, el racismo y la homofobia que tristemente parecen renacer en territorio ibérico, es necesario recordar cómo el fascismo y en general, cualquier totalitarismo, mata y destruye, pero también, como el arte, el pensamiento y la libertad superviven a cualquier catástrofe.

Canta Camarón de la Isla citando a García Lorca en “La leyenda del tiempo”: «sobre la misma columna, abrazados sueño y tiempo, cruza el gemido del niño y la lengua rota del viejo». Que lo sucedido hace 85 años en el camino de Víznar a Alfacar, sea un recordatorio del por qué los totalitarismos, vengan de donde vengan, deben estar desterrados de la existencia humana.

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