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El Telégrafo
Felipe Rodríguez

Sociedad de titulares

13 de abril de 2020 - 00:00

     Durante siglos la Iglesia Católica reservó para las élites la lectura de sus textos sagrados, porque el secreto de la división de clases siempre ha sido la dominación a través del poder de la información.

     Hoy todos pueden leer los textos sagrados, enciclopedias, textos científicos, registros históricos, etc. ¿No sabían o no quieren? Vamos a ver: hoy, quienes tienen acceso a todo, acceden a nada. ¿Cómo? Esta la generación de los titulares: saben un poco de todo y mucho de nada.

     Todos los temas les resultan familiares. Están en todo. Claro, mientras tenga 280 caracteres. Leen los titulares y nunca la noticia. Leen el título y adivinan de qué trata el libro. Creen, sólo creen, porque pululan en la tierra para repetir sin razonar. Algo así como la excusa de la fe, pero hoy no orientada hacia una creencia que no pueden sustentar, sino hacia absolutamente todo, y se los voy a demostrar.

     ¿Quieren mi opinión sobre la sentencia condenatoria contra Rafael Correa? No se las voy a dar. Léanla ustedes mismos, de principio a fin, aunque tenga 200 o 500 páginas. Léanla. No quieren hacerlo, ¿verdad? Pues van a ver lo que sucede:

     Los correístas van a decir que es lawfare, que “no existen pruebas”, que “todos son inocentes”. Pobres y tristes repetidoras. ¿Saben cuántos correístas van a leer la sentencia? 1 de cada 1000. Ese uno tiene derecho a opinar, los otros, mejor calladitos.

     Luego vienen los anti-correístas, quiénes van a decir “las pruebas demostraron que Correa es culpable”; “qué maravilla de Justicia, ahora sí no quedan dudas”. Pues les garantizo que 1 de cada 1000 anti-correístas se va a dar el trabajo de leer la sentencia. Pobres y tristes loras. Dirán que está bien condenado y no sabrán porqué. Así que mejor: calladitos.

     ¿Sabían ustedes que las sentencias, para estar motivadas, deben estar redactadas en un lenguaje claro, respetando la razonabilidad, lógica y comprensibilidad? Pues sí, justamente para que la sociedad sea veedora de la Justicia. Sí, en un mundo ideal, donde quien opina lo hace sobre el sustento de su conocimiento y no sobre la base de sus entrañas.

     Por eso prefiero no opinar, para no darles masticada la respuesta a quienes odian lo que aman y aman lo que odian. Correístas y anti-correístas están unidos por la misma estructura: sociedad de titulares compuesta por fanáticos vacíos. (O)

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