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Mucho se dice, sobre todo por parte de las autoridades estatales, que Quito aún es una ciudad pacífica y tranquila. Si la comparan con ciudades como Bogotá, Lima, Sao Paulo o México, sin duda, la capital de los ecuatorianos es una ciudad con bajo nivel delincuencial.
Sin embargo, si recordamos la ciudad de inicios del siglo 21 y hoy, veinte años después, los ciudadanos no aceptan que Quito es una isla de paz.
Según el INEC, en el 2001 la población capitalina fue de 1`839.853 habitantes, hoy, de acuerdo a las proyecciones de la misma entidad, serían 2`781.641, es decir el 34% más de personas. Más población, más servicios urbanos que satisfacer: seguridad, vivienda, transporte público, alumbrado, vialidad, entre otros.
Por la época electoral, es más fácil conocer resultados de investigaciones sociales, hoy, entre los tres principales problemas de la gente, está la inseguridad. Todos los días en cualquier parte de la ciudad se producen hechos delincuenciales tales como: asaltos a restaurantes, a hoteles; hurtos en viviendas y de accesorios de vehículos; o arranches callejeros a transeúntes despistados revisando su teléfono celular. Inclusive, es más frecuente oír en los noticieros sobre asesinatos por venganza. En definitiva, Quito dejó de ser la ciudad franciscana de hace algunos años atrás.
El Municipio de Quito, hace años, creó la Secretaría de Seguridad, además de la “Tasa de Seguridad Ciudadana” que debería servir para proteger a los quiteños y a los visitantes de la ciudad.
Con el fin de reducir los conflictos urbanos y los delitos comunes, las autoridades deben procurar servicios públicos adecuados para los quiteños, mantener una apropiada inversión social que permitan mitigar los riesgos sociales, liderar en absoluto respeto a los Derechos Humanos y con ello, ganarse la confianza ciudadana.
Pero aún falta mucho por hacerse.